Del Solar agradeció al cardenal Miguel Cabrejos, por haber acogido en la sede del arzobispado de Lima dicha reunión y destacó la intención del Ejecutivo por apelar al diálogo.(Foto: GEC)
Del Solar agradeció al cardenal Miguel Cabrejos, por haber acogido en la sede del arzobispado de Lima dicha reunión y destacó la intención del Ejecutivo por apelar al diálogo.(Foto: GEC)

El jueves, Salvador del Solar llegó al Congreso con un discurso que no le calzaba: abundante en cifras y renuente al problema que más afecta en estos días a la opinión pública nacional: el exacerbado levantamiento del pueblo de Fuerabamba y el bloqueo de la carretera frente al fundo de Yavi Yavi en Chumbivilcas, en la frontera entre el Cusco y Apurímac, el que impide que los cargamentos de cobre de la mina Las Bambas lleguen al puerto de Matarani.

La lista de lavandería, como la han calificado distintos comentaristas, no permitió vislumbrar la personalidad del nuevo gabinete, a nadie le quedó claro para qué se hizo el cambio en la PCM. Al final, Del Solar obtuvo la confianza con la más baja adhesión en este siglo.

A pesar de las fotos que los representantes de los partidos políticos en el Parlamento se tomaron con el flamante primer ministro en las visitas que él les hizo la semana anterior, sus asesores tenían que saber que la oposición no lo apoyaría de manera solvente, y que había varios figuretis ansiosos por maltratarlo.

Por eso, y con mayor razón, el discurso del jefe del Gabinete debía convencer, sobre todo, a la opinión pública; estar dirigido a reforzar el respaldo que ha sostenido a este gobierno el último año.

Del Solar es un intelectual, un abogado, un actor, un director de cine, un gestor cultural; que de pronto se volviera elocuente en cifras no resultaba verosímil. El jefe del Gabinete no llegó con propuestas renovadoras, con emociones bien verbalizadas, llegó con un insuflado resumen redactado por los asesores de sus ministros y pegoteado por los suyos; si no podía aún ofrecer soluciones, planteamientos estructurados y audaces habrían sido bien recibidos. Una vez frente al Pleno del Congreso, Salvador del Solar no hizo lo que mejor sabe hacer: dominar la escena.

De ninguna manera debió soslayar el tema de Las Bambas, sus asesores debieron advertirle que la mayor preocupación de la ciudadanía en estos tiempos es la seguridad; que nada intimida más que la percepción de caos, desorden y falta de autoridad. De lo que pase o deje de pasar en Las Bambas están pendientes todos los peruanos y no precisamente porque les interese el precio del cobre o el volumen de las exportaciones. La conflictividad social agudiza la percepción de inseguridad y desgobierno, y eso a cualquiera le causa temor.

Salvador del Solar no convenció al público que estuvo atento a su presentación, y esa noticia corrió como reguero de pólvora, aun los analistas que le tienen aprecio tuvieron que destacarla. De eso se aprovecharon sus detractores para debilitar el voto endeble que ha recibido y que no lo dejará actuar con soltura ni improvisar.

Pero si la exposición del número dos del Ejecutivo en el Congreso tuvo lamentables carencias, la mediocridad de los congresistas de la oposición resultó abrumadora; la mitad no estuvieron presentes durante el discurso, pero por la tarde, esos mismos ausentes se inscribieron para hacer gala de su pésima oratoria.

Sin embargo, la mente delirante de los seguidores de Marco Arana y Verónika Mendoza, que perciben a Del Solar como su competencia en 2021, y la arrogancia destemplada de Mauricio Mulder se llevaron la corona, aunque Juan Sheput hizo malabares por superarlos.