Eyvi Ágreda, víctima de feminicidio, fue enterrada hoy en medio de protestas contra la violencia hacía la mujer. (Luis Centurión/Perú21)
Eyvi Ágreda, víctima de feminicidio, fue enterrada hoy en medio de protestas contra la violencia hacía la mujer. (Luis Centurión/Perú21)

La semana pasada, dos noticias –en extremos opuestos– fueron las más comentadas. Por un lado, la alegría por el retorno del capitán y goleador de la selección para jugar el Mundial; por otro, la trágica muerte –luego de 38 días en cuidados intensivos– de Eyvi Ágreda, mujer agredida brutalmente por Carlos Hualpa, quien le prendió fuego tras sentirse rechazado.

El drama vivido por Eyvi, víctima de feminicidio, no es un hecho aislado, sino un episodio que, con distintos protagonistas, medios y circunstancias, ocurre cotidianamente en Perú. Se estima que el año pasado, el 61.5% de mujeres entre 15 y 49 años fueron víctimas de violencia psicológica, 30.6% de violencia física y 6.5% de violencia sexual (Endes-INEI, 2017). Asimismo, según Thomson Reuters Foundation, Lima es una de las ciudades más peligrosas del mundo para las mujeres.

A pesar de las evidencias y los titulares, la violencia de género no ha logrado posicionarse como una prioridad de la agenda pública, en el marco de políticas de Estado que apunten a problemas estructurales, antes que a crisis coyunturales.

Ante esta dolorosa realidad, no falta el populismo burdo que limita sus propuestas a modificaciones del Código Penal para establecer penas más drásticas, junto al sector más conservador, acostumbrado a frustrar reformas educativas escolares y especialista en vincular convicciones religiosas con políticas de Estado.

¿Por qué no organizar un programa multisectorial, que incluya Salud, Educación, Cultura, Mujer, Justicia e Interior (no una comisión de emergencia), para llegar a 2021 con auténticas políticas públicas que permitan enfrentar este problema prioritario?

Mientras usted lee estas líneas, una mujer está siendo agredida violentamente en nuestro país por algún hombre que impunemente continuará su vida luego de golpear, violar o amenazar. Mientras se evadan los problemas estructurales, más tribuna tendrán los políticos descarados, que extienden condolencias y revelan complicidad.

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