Con uñas y dientes. (GEC)
Con uñas y dientes. (GEC)

La política peruana es endogámica. Siempre son los mismos que se van acomodando en base a la conveniencia necesaria. Por momentos dan la apariencia de rivalidad, pero entre ellos tienen sus códigos de compadrazgo. Lo que fue el núcleo de PPK (el partido), el fujimorismo y el aprismo son el mejor ejemplo de esta realidad. Al fin y al cabo, el objetivo es que el poder se quede dentro del círculo inmediato o que no se vaya muy lejos.

Lo nuevo que trajo Vizcarra es que rompió con las componendas, los acuerdos bajo la mesa y el blindaje a los intocables, y eso es lo que en el fondo no le perdonan. Lo llaman traidor no porque dialogó con los opositores a Tía María o por las sospechas serias en torno a Chinchero, sino porque tiró un portazo en la cara a quienes han estado acostumbrados a hacer del Congreso y la política nacional su chacra.

Las reformas, sobre todo las del CNM, el financiamiento de partidos y la eliminación de la reelección congresal fueron motivo de divorcio público, pero el adelanto de elecciones fue la estocada. Por eso es previsible que las fuerzas políticas acostumbradas a controlar todos los poderes del Estado hagan lo que sea necesario para recuperar el espacio perdido.

Chinchero es un posible camino para hacerlo y lo están aprovechando (lo comenté el 12/9/18, hace casi un año), pero mientras no haya una acusación fiscal sólida, es totalmente descabellado hablar de vacancia. En realidad, el runrún de la vacancia, vociferado por un puñado de congresistas desbocados, no es nada más que una ofensiva para impedir el adelanto de elecciones.

No perdamos de vista que los picotazos entre el Legislativo y el Ejecutivo esconden una disputa mucho más grande: es el futuro del poder y la política en el país. Aquí es donde uno tiene que decidir de qué lado estar.