Lo demostró Milei, quien, sin concesiones a ilusiones vanas ni venta de humo, derrotó a los socialistas. En efecto, la gente, incluidos los jóvenes, valoramos ser tratados como adultos, con los alcances y rigores de la realidad, dijo Balta (FOTO:Reuters).
Lo demostró Milei, quien, sin concesiones a ilusiones vanas ni venta de humo, derrotó a los socialistas. En efecto, la gente, incluidos los jóvenes, valoramos ser tratados como adultos, con los alcances y rigores de la realidad, dijo Balta (FOTO:Reuters).

Participé, integrando su público, en “El renacer de la libertad en Argentina y el mundo”, suceso de dos días de entregas valiosas de liberales e intelectuales de primer nivel. Gratitud y reconocimiento a Cato Institute y Libertad y Progreso.

Desde el encuentro rebota en mi mente la afirmación que dice que el coraje de ser utópicos sería la llave que hace que los socialistas derroten a los liberales. Los sueños sociales vencen en este mundo y, de hecho, ha sido así muchas veces. Sin embargo, a contrapelo, porque ello es reduccionista, se puede arrebatar corazones y compromisos con discursos auténticos y maduros. Lo demostró Milei, quien, sin concesiones a ilusiones vanas ni venta de humo, derrotó a los socialistas. En efecto, la gente, incluidos los jóvenes, valoramos ser tratados como adultos, con los alcances y rigores de la realidad.

Lorenzo Bernaldo de Quirós, consultor sobre libertad y mercados, me precisó: “La utopía es iliberal por dos razones básicas: primera, porque el liberalismo niega la posibilidad de crear una sociedad perfecta; segunda, porque el liberalismo es una filosofía de la realidad, de lo posible no de lo imposible que es precisamente lo que caracteriza a la utopía. El pensamiento liberal es antiutópico” y el florecimiento humano se nutre de realidad. En ese ámbito el liberalismo es adultismo y todas las demás, unas adolescentes. En esa filosofía y en la maravilla del comercio se dan las combinaciones de unos con otros y de estos con aquellos y ellas —así— mueven las llaves del progreso, la creación y la recreación y, cada una —como la educación— no es un vaso por llenar sino una llama que prender.

Seamos firmes, la utopía del estatismo —de derecha o izquierda— debe ser combatida con la realidad, sin complejos ni miedos.

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