La incomunicación gubernamental durante la pandemia se ha convertido en un virus tan letal como el COVID-19. Desde el extremo centralismo político y comunicacional del expresidente Vizcarra y sus inacabables conferencias, pasando por las ineficaces campañas de sensibilización de la PCM del expremier Martos, y llegando a una actual situación crítica, en donde los “Fake News” y virales por WhatsApp generados por intereses políticos y comerciales, tienen mayor credibilidad y posicionamiento que cualquiera de las actuales intervenciones comunicacionales gubernamentales.
Esta ausencia de una comunicación gubernamental masiva y basada en evidencias potencia la desconfianza ciudadana frente al gobierno y su manejo de la pandemia; hace que día a día se incrementen aquellos que jamás se vacunarán, y en el extremo de la sordidez, permite el posicionamiento de la automedicación, que en casos como la ivermectina, podría complicar las posibilidades de vivir de una persona batallando por su vida en una cama UCI.
La falta de una estructura y sistema de comunicación integral gubernamental no es solo responsabilidad del gobierno actual de transición, sino de los pasados gobiernos que jamás apostaron por el establecimiento de un sistema de comunicación social y masivo centrado en el ciudadano y ajeno a los distintos intereses políticos o populistas de los diferentes gobiernos de turno.
El gobierno del presidente Sagasti debe rediseñar urgentemente la estructura, funciones y recursos humanos de la Oficina de Comunicacional Social de la PCM. Ello no será la solución definitiva, pero permitirá contar con intervenciones masivas en comunicación social, que sensibilicen y desinflen aquellas campañas de desinformación que empezaron hace mucho, y que debido a la incomunicación gubernamental, vienen llevándose vidas y podría dejar a millones de peruanos sin la posibilidad de acceder a una vacuna.