(GEC)
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Al escuchar ayer los argumentos utilizados por Martha Chávez y de lo que queda del fujimorismo para oponerse a la paridad y alternancia, recordé la falta de coherencia ideológica de la que ese partido ha padecido desde siempre. No es que en su pasado hayan sido más progres o liberales. De hecho, mi impresión es que su identidad, construida durante los noventa, mientras estaban en el poder, es, en esencia, reaccionaria y conservadora. Pero, en términos objetivos, su posición sobre la inclusión de la mujer en política ha variado mucho en las últimas dos décadas. Si se escucharan hoy, no se reconocerían, así que traigo al presente un listado que ya hice en esta columna justo un año atrás.

La posición de Martha Chávez y sus colegas de bancada contrasta con el espíritu que tuvieron dentro del Congreso en 1996: ese año instalaron por primera vez la Comisión de la Mujer. También modificaron la Ley de Violencia Doméstica y eligieron a la primera presidenta del Congreso. En el medio, aprobaron la primera Ley de Cuotas para garantizar la participación de las mujeres en política, que ahora se oponen a ampliar con vehemencia. Sumado a eso, ese mismo año se creó el Ministerio de la Mujer. En materia educativa, fueron ellos quienes incorporaron el enfoque de género en las guías de educación sexual del Minedu. ¿Quién diría que ahora se oponen a todo esto? Todo vale para dar la contra.

De taquito: la negociación final entre las clínicas y el gobierno reafirma el poder de negociación superior que tiene el empresariado local sobre el Estado peruano, muy tímido al utilizar su músculo para asegurar una atención sanitaria universal en tiempos de pandemia sin que sea necesario despilfarrar recursos públicos. El acuerdo es mucho mejor que el desarreglo que teníamos antes, pero me reafirmo en que somos un país que prefiere blindar el lucro de unos pocos que los recursos públicos de todos.