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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

A mediados del 2007, la carátula de The Economist era la de un corredor de olas en un mar lleno de tiburones. Y a dicha carátula, casi un año después le siguió el pico de la crisis financiera internacional, con la quiebra de Lehman Brothers.

Hoy la sensación del inversionista es la misma: estar montado sobre enormes olas de liquidez, las que pueden en cualquier momento reventar (por la existencia de burbujas no detectadas) y dejarlos expuestos, sin remedio ni defensa, a la posibilidad de ser devorados. ¿Es que en todo este tiempo no se ha aprendido nada? Miremos las características de un mercado ad portas del colapso: (1) economías con signos de recesión, (2) precios de los commodities en máximos, (3) incremento agresivo de tasas por parte de la autoridad monetaria, (4) valuaciones por encima de los fundamentos.

Hoy, los puntos uno y dos no están presentes. EE.UU. y China están creciendo. Europa se recupera y hay señales de reversión de la desaceleración japonesa, y los precios de los commodities están deprimidos. Respecto del punto tres, la Fed está clara en un aumento más que gradual de las tasas de interés, lo que es consistente en un contexto de inflación por debajo de lo esperado.

Quizá el riesgo mayor viene por las valuaciones (en algunos casos presionadas a sus máximos por las cantidades ingentes de liquidez). En este punto varios mercados han sufrido dolorosos ajustes. Los riesgos corporativos y soberanos existen (especialmente en economías emergentes), pero están ya incorporados en los precios. Todo indicaría que muchos de los problemas globales se conocen y reconocen. Algo que no ocurrió en el 2007, cuando las alertas del mercado subprime no fueron tomadas en cuenta por unos mercados ávidos de ganancias. Los problemas son reales y los riesgos latentes, lo que defraudará a los mercados que no verán satisfechas las expectativas de ávidos inversionistas. Pero a pesar de la turbulencia, se avanzará lentamente.