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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La película La gran apuesta de Adam McKay es una aguda descripción de los momentos previos a una megacrisis, como la subprime del 2007, y aunque las conclusiones finales no se ajusten a la realidad, la complejidad del sistema financiero y el desarrollo de los personajes permiten comprender lo que llevó a la catástrofe desatada por la euforia subprime.

El sistema financiero completo estaba ciego y drogado por la ilusión del dinero y bienestar eternos. Y en este entorno, un inversionista Michael Burry y algunos seguidores con personalidad inconforme y con tendencia a enfrentar la corriente, pudieron ver lo que ahora es evidente y enfrentarse a la avalancha optimista no solo de la economía más grande del mundo, sino de todo el sistema financiero mundial.

En resumen, la película nos muestra algo sorprendente: que personas esencialmente aisladas del entorno que las rodea traen el beneficio colateral de estar entrenadas a la soledad, y por ello también a la capacidad de poder creer sólidamente que están en lo correcto y que es el resto del mundo quien está equivocado.

¿Necesitamos hoy a un Michael Burry? Enero ha sido un mes difícil y muchos se preguntan si estamos al inicio de un año catastrófico similar a escenarios de crisis anteriores, o si los precios de los bonos y acciones ya están en el piso y solo queda que vuelvan a subir. Difícil saberlo.

Pero a diferencia de preámbulos a debacles anteriores estamos ante un mercado global que ha sufrido ya importantes ajustes en casi todos sus mercados, y en el que sus participantes son parte de un sistema sujeto a una mayor regulación, lo que reduce significativamente la probabilidad de hecatombes.

Sin embargo, sí podríamos estar al inicio de un cambio en la tendencia global de administración de activos, donde el valor de la liquidez de los activos (asociada a una mayor volatilidad de los mismos) sea reemplazado por una mayor demanda por estabilidad de flujos.