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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La ventaja de un ahorro individual forzado como el de la CTS frente a un seguro de desempleo está en que los aportes por CTS ya implican la incorporación de este beneficio por parte de los trabajadores como parte del sueldo anual, debido a la confianza que trae su mayor simplicidad (ante el complejo contrato de un producto de seguros). Así, un depósito produce una mayor sensación de propiedad en comparación con la "desconfiada" tangibilidad de una promesa de pago ante la probabilidad de ocurrencia de un evento. Adicionalmente, la CTS entra en disponibilidad cuando el trabajador deja la empresa independientemente de si fue despedido o si se retiró voluntariamente.

Por otro lado, un seguro de desempleo tiene la ventaja de ser más eficiente en términos financieros (si está bien diseñado y regulado). Y es que el ahorro representado por la CTS puede resultar excesivo para quien no sufre el evento de un despido (quien estaría comprando más protección de la que necesita) o puede resultar insuficiente para quien tarda más en encontrar empleo. Justamente un seguro reduce esos descalces y puede resultar en un menor costo del ahorro o una mayor cobertura (en meses) frente al evento del despido. Además, un seguro de desempleo, destinado a cubrir el salario de un trabajador por el mayor tiempo posible, mejora su calidad crediticia y facilita su acceso al crédito (y la regulación de provisiones bancarias podría complementar un esquema de seguro).

Sin embargo, los costos políticos de sustituir la simplicidad de la CTS por el esquema del seguro hacen pensar si este último no debería estar focalizado en reducir el costo de despido. Y es que una empresa que enfrenta una mayor demanda puede absorber mayores costos, mientras que ante una contracción económica le es imposible, y por ello, ante la imposibilidad de adaptarse a la caída del ciclo, no contrata. Más dañino para la formalización es, entonces, la rigidez laboral que su costo.