(Mario Zapata)
(Mario Zapata)

En el Perú hablar de corrupción ya no basta. El problema se extiende a nuestra escala de valores como sociedad, entiéndase, como grupo humano organizado.

Ojalá pudiéramos asegurar que hemos tocado fondo, pero me temo que no es así. No es de un día para el otro que traicionamos el ideal de ciudadanos. Pusimos el éxito económico por encima de la ética. O comenzamos a asumir como “normales” los niveles de intolerancia y violencia que hoy enfrentamos los peruanos.

Como ocurrió con los vladivideos, los “audios del escándalo” nos muestran como espejo el resultado de un proceso de envilecimiento que perdió todo pudor y límite. Y la solución también tomará tiempo. Asumámoslo.

Somos un país donde el presidente del Congreso se hace de la vista gorda sobre la abultada deuda que algunas de sus empresas (o ex empresas) tienen con la Sunat. Mientras discutimos sobre cómo hacemos para superar el déficit fiscal y mejorar la recaudación. Con toda razón, la peluquera que cachuelea en sus horas libres se pregunta por qué demonios tendría ella que entregar una factura o declarar ese dinerito extra.

Pero sigamos… Ese mismo presidente del Congreso le abre las puertas del Palacio Legislativo a un fiscal de la Nación pegado con babas a su cargo porque ha mentido con descaro. Él, quien encarna a la institución que debe velar por la pulcritud de los procesos de colaboración eficaz. ¿Es que Pedro Chávarry tiene autoridad moral para exigirle a Maiman o Barata que confiesen la verdad?

¿Qué espera Peruanos por el Kambio para deslindar de Salvador Heresi? ¿Y Fuerza Popular de Héctor Becerril? No más excusas del tipo “no hay prueba de la comisión de un ilícito”. ¿Cuándo empezamos los peruanos a tomarnos en serio a nosotros mismos? Cambiemos la queja por la responsabilidad. No será fácil, pero tiene que ser hoy.

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