Lima. Verano. 27 grados. ¡Vamos a la playa! De pronto aparece un comando anti disturbios. Tres hombres muy grandes, vestidos de negro y con trajes voluminosos, cascos y escudos de protección. ¿Qué ha pasado? nos preguntamos. Quizá es un operativo o van a capturar a un requisitoriado. Pero cuando intervinieron a la familia que estaba atrás nuestro y les exigieron abrir sus coolers y loncheras, descubrimos que en realidad lo que este “comando” persigue son, principalmente, latas frías de cerveza.

Los Robocops, una fuerza de choque, son los encargados de la fiscalización de las playas de Chorrillos. Persiguen a los infractores y confiscan los bienes prohibidos. Según los amables serenos con los que pude conversar son varias las reglas en la playa: no ingresar, vender ni consumir bebidas alcohólicas, no llevar perros ni instalar carpas cerradas y, aunque no me lo mencionaron cuando pregunté, parece que tampoco está permitido hacer fuego ya que un grupo había llevado una pequeña parrilla y no se les permitió prenderla.

Pero, ¿tiene un fiscalizador municipal la potestad de engañar para conseguir la autorización de un bañista y rebuscar en sus cosas para luego pretender llevarse no solo la cerveza sino también las gaseosas de los hijos, las bolsas de papitas y el propio cooler? Independientemente de la validez de la prohibición, ¿es esta la manera correcta de poner orden? Por medio de un comando que infunde miedo y pone nerviosos a niños y grandes. ¿No se exacerba la desconfianza en la autoridad cuando se monta tremendo chongo por 3 latas de cerveza?

Pasada la situación, y cuando quisimos comprar helados descubrimos que no había heladeros. ¡También estaban prohibidos! Puedo entender, aunque no lo comparto, que se quiera prohibir el consumo de alcohol en la playa pero, ¿por qué los helados? El argumento es que generan basura y quieren mantener la playa limpia. En ambos casos, se presenta una gestión de espacios públicos concentrada en las fuentes y no en las emisiones. Es como cuando un vecino molesto porque el árbol frente a su casa bota muchas hojas, decide talarlo. Es un absurdo.

Ojo, no estoy diciendo que no hay que mantener el orden pero este método no funciona del todo. Ni bien se fueron los comandos y los serenos, la playa se inundó de vendedores ambulantes de todo tipo de productos, incluso cervezas. ¿No sería mejor otorgar permisos a un número determinado de vendedores a quienes se les exija hacerse responsables de los residuos que generen sus ventas y conminar a los bañistas a comprar en los puntos oficiales sancionando las malas prácticas como tirar la basura fuera de los tachos o no respetar las reglas? La forma en la que debemos gestionar nuestros espacios públicos debe cambiar para que los Robocops que dan miedo en la playa no aparezcan más.

TAGS RELACIONADOS