Cuando comprendamos que el territorio que ocupamos no es exclusivamente nuestro sino que lo compartimos, quizá podamos alcanzar la armonía que necesitamos para sobrevivir. (Foto: GEC)
Cuando comprendamos que el territorio que ocupamos no es exclusivamente nuestro sino que lo compartimos, quizá podamos alcanzar la armonía que necesitamos para sobrevivir. (Foto: GEC)

La historia conmovedora delpuso en discusión no solo el tráfico de animales silvestres sino también expuso –nuevamente– las redes de venta ilegal e informal de mascotas en el centro de la ciudad. Los airados incluían no solo el descrédito por la poca compasión de quienes optan por cazar y sacar animales de sus hábitats para lucrar con ellos sino también por la poca acción municipal por ponerle un freno definitivo al comercio de animales en la vía pública.

El problema no solo ocurre en los jirones Ayacucho y Puno en Cercado de Lima sino que es una práctica usual en nuestro país. Se sabe con precisión en qué mercados de nuestras ciudades se venden mascotas y animales silvestres y la fiscalización municipal parece no poner fin a este negocio. La indignación de quienes amamos a los animales y protegemos los ecosistemas es muy válida y la impotencia al ver a los serenos pasearse al lado de los vendedores con los cachorros amontonados en sus mochilas es enorme.

MIRA: [Opinión] Mariana Alegre: Ministro contra el tráfico

Sin embargo, otro elemento a considerar es el estado de la fauna urbana presente en los territorios urbanizados. Además de mascotas que –más veces de las que quisiéramos– se ven enfrentadas a maltrato y abandono, en las ciudades habitan perros y gatos callejeros que necesitan ser atendidos a través de programas de esterilización y adopción responsable. También viven en la ciudad muchísimas aves e insectos, como mariposas, polillas y gusanos, necesarios para mantener el equilibrio ecosistémico y ni qué decir de los entornos naturales como las lomas y pantanos (en las ciudades costeras) que tienen su propia biodiversidad.

Lamentablemente, se concibe la ciudad sin prestar cuidado a la fauna urbana y al ignorarla condenamos al fracaso de la sostenibilidad al territorio que habitamos los humanos. Más allá de un enfoque de control de plagas, la posibilidad de incorporar a nuestros animales es muy pequeña y son pocas las buenas prácticas en este aspecto. Sí, resalta la promoción al cuidado y gestión de las lomas de Lima y también los programas municipales en los que se busca proteger a la mariposa monarca (como viene haciendo muy bien el distrito de San Borja) pero no es suficiente.

Cuando comprendamos que el territorio que ocupamos no es exclusivamente nuestro sino que lo compartimos, quizá podamos alcanzar la armonía que necesitamos para sobrevivir. ¿Lo haremos antes que se acabe el mundo, así como lo conocemos? Tengo muchas dudas.