San Marcos: Piden explicaciones al Ministerio del Interior por "uso desproporcional de la fuerza". (USI)
San Marcos: Piden explicaciones al Ministerio del Interior por "uso desproporcional de la fuerza". (USI)

A propósito de la situación en San Marcos, ha vuelto a generarse un debate en relación a la legitimidad de la protesta. Por eso es que quisiera compartir una reflexión, reconociendo la importancia de la misma en una sociedad que busca igualdad de derechos y justicia social. Motivada por el MediaLab (MIT), en mi clase en la universidad he incluido un módulo sobre desobediencia civil. Este es un llamado concreto a no respetar la ley. Pero a no respetarla cuando esta es injusta, opresora, indigna e inmoral, basados, por supuesto, en el respeto a los derechos humanos y a la democracia. Puede ser difícil alcanzar ese equilibrio para diferenciar la malcriadez y el capricho del reclamo justo, pero nadie puede dudar de la importancia de las luchas de Ghandi o Martín Luther King ni de la reivindicación del voto de la mujer o la jornada laboral de ocho horas.

El gran problema es que a muchos les cuesta comprender cuándo están en un momento digno de desobedecer, ya sea porque no se les afecta directamente o no consideran siquiera que les corresponde ese derecho o porque se han acostumbrado a que las cosas son así. De esas tres opciones, la última es la peor: el conformismo. La capacidad que los seres humanos tenemos de indignarnos es justamente la energía que necesitamos para reinventarnos.

Ahora, ¿la desobediencia civil es peligrosa? Por supuesto que sí, y más para aquellos que serán afectados por el cambio del statu quo y perderán privilegios o derechos que consideraban adquiridos y legítimos, a veces avalados por la ley. Además, los límites pueden no ser claros (¿cuándo es una causa justa y deseable y cuándo no?). Sin embargo, y he aquí su valor, la desobediencia civil es también transformadora. Transforma nuestra mirada de las cosas, nuestras instituciones, nuestros modelos de sociedad y nuestros mecanismos para resolver conflictos. Transforma, al fin y al cabo, nuestras vidas. Esa evolución positiva es la que requiere de puntos de quiebre como lo son, precisamente, las movilizaciones y luchas sociales que a veces son verdaderas revoluciones.

Algunos (pocos) asumirán los riesgos de la resistencia en la política, en la ciencia, en los negocios, en la educación y serán ellos los que podrán hacer de nuestro mundo un lugar mejor. A los demás nos queda observar y/o apoyar, cuando sean demandas justas, a estos líderes que la mayor cantidad de veces serán poco populares. Recuerden que sin protestas no hay forma de saber lo que funciona mal y seguiremos hundidos en una sociedad injusta pero, además, nunca olviden que no hay protesta sin seguidores.

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