Mariana Alegre: El auto como arma (AFP)
Mariana Alegre: El auto como arma (AFP)

Yo tendría unos 11 años cuando, por la noche, una explosión hizo que todos en mi casa pegáramos un salto. El timbre del teléfono retumbó más fuerte que nunca. “Fue en Tarata. ¡Vamos!”, gritó mi papá mientras se dirigía a buscar a mi tío y su familia, quienes vivían ahí donde había explotado el coche bomba. No volvimos a verlos hasta varios días después.

A pesar de que el concepto de terrorismo no se encuentra definido por el derecho internacional, no es muy difícil saber que un acto que genere terror en la población es terrorismo. En general, nosotros confiamos en que si bebemos agua, esta no estará envenenada o, si pasamos al lado de un auto, este no explotará. Son elementos de nuestra vida cotidiana a los que no debemos tener miedo.

Los últimos atentados terroristas de Barcelona y de Charlottesville consolidan el uso del auto como arma. Ya no debiendo ser adaptado con explosivos sino, simplemente, haciendo uso de su natural poder: pisar el acelerador y embestirlo a los peatones distraídos. Los grupos activistas de ciclistas y peatones, así como los impulsores de la movilidad sostenible hemos sostenido desde siempre que son los autos las armas que acaban con nuestras vidas. A veces esto ocurre intencionalmente. A veces son, en realidad, accidentes. Pero siempre algún peatón o ciclista muere producto de la velocidad y el peso de los vehículos motorizados. Por eso, llamamos siempre a pacificar el tránsito. A disminuir la velocidad. A desalentar el uso del auto. A diseñar la ciudad de forma más segura para todos. A sancionar severamente a los conductores que atropellan o intentan atropellar de forma intencional, como ha sido el caso del inspector de tránsito agredido por un conductor hace pocos días. ¿Por qué no acusar a este chofer de intento de homicidio con agravante por el uso de arma mortal?

Acceder a un auto es tan fácil como comprar un cuchillo. Y ya son varias las voces que hablan de un control de vehículos así como del control de armas. Pero, claro, esto implicaría mayores restricciones y requisitos para obtener licencias de conducir y para comprar o alquilar vehículos. Además, es necesario apostar por un diseño de la ciudad que pueda disminuir las víctimas de accidentes de tránsito y de atropellos masivos. Por ejemplo, la colocación de bolardos en las zonas peatonales pueden limitar el ingreso de autos a zonas de altísimo tránsito peatonal como, por ejemplo, nuestro Jirón de la Unión. En suma, el poder que un auto tiene de generar daño es altísimo y ya es momento de aceptar que los vehículos pueden ser usados como armas mortales.