Ambulancia .(USI)
Ambulancia .(USI)

Nadie quiere sufrir un accidente o tener una emergencia que lo obligue a ser llevado a un hospital en una ambulancia. Las probabilidades de morir en medio de la crisis médica son altas y estas se vuelven aún mayores cuando sabes que tu vida se puede ir en el tráfico, mientras los paramédicos o los bomberos intentan desesperados que te aferres a ella a punta de técnicas de respiración cardiopulmonar y oxígeno.

Peor aún es que esto te pase en nuestro país, en donde la indolencia tiene oídos sordos y no escucha o no quiere escuchar los gritos de ayuda que llegan a modo de sirenas. De sirenas y del conductor de la ambulancia vociferando por el megáfono: ¡DEJE PASAR! ¡HÁGASE A UN LADO!, junto con el claxon siendo apretado desesperadamente. Una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez. Dentro de la ambulancia, el paciente ojalá esté inconsciente, pues cuando está despierto –¿se imaginan?– debe escuchar los gritos de ayuda que dan en su nombre. Y, así y todo: NADIE SE MUEVE.

Maldita sea la ambulancia. Nadie arrima su auto hacia un lado. Nadie busca localizar la ambulancia para poder darle pase. Nadie asume que por su acción podría salvar una vida –o matarla–. No entienden por qué es algo que les incumbe. Peor, siempre hay el “vivo” que aprovecha que se le abre camino y se pliega detrás de la ambulancia para ganarle a los demás autos.

¿Es acaso la pérdida de humanidad o solo la desidia que se apodera tanto de la mayoría de los conductores? Maldita sea la ambulancia.El video de ese policía (cuyo mandato es defender nuestras vidas, pero que parecía más bien un emisario de la muerte) deteniendo el tráfico para que pase una autoridad que revienta de privilegios nos muestra la absurda superioridad del poderoso versus el moribundo. La comitiva a quien le está dando pase no merece la fluidez artificial que le crean los agentes a costa de perjudicar a todos los conductores y transeúntes, y tampoco merece burlarse de la vida de quien estaba dentro de esa ambulancia. De una vez por todas debieran prohibirse las comitivas que, dicho sea de paso, no son permitidas en muchos países.

Que las autoridades sufran el tráfico nuestro de cada día, porque quizá así se les ocurra hacer algo por resolverlo.Mención aparte merecen los peatones, que irónicamente también son los débiles de la escena, pero son los que resisten y se enfrentan. Desacatan. Se meten al tráfico y lo logran parar, arriesgando también sus vidas. Es así que los ciudadanos unidos podemos acabar con injusticias como esta. Maldita sea la ambulancia. Maldito sea el policía.