Al estilo holandés. (Getty)
Al estilo holandés. (Getty)

Tuve la oportunidad de visitar Holanda por una invitación de la Embajada del Reino de los Países Bajos en Perú junto a una delegación latinoamericana de representantes del gobierno, la empresa y el tercer sector.

Las ciudades holandesas tienen mucho que enseñarnos en cuanto a sostenibilidad y movilidad urbana y es así que vía algunos ejemplos quiero contarles que la fórmula holandesa sí puede aplicarse en nuestro –¡tan distinto!– país para darnos calidad de vida.

El diseño de las calles y espacios públicos es adecuado y seguro. Quienes usan la calle lo pueden hacer sabiendo que el riesgo de sufrir un siniestro es casi inexistente. Caminan sin estrés, montan bicicleta felices y usan el transporte público cómodamente. También es buena la gestión de los flujos en pistas y carreteras. Con datos en tiempo real y equipamiento correcto, monitorean sus calles y atienden incidentes logrando disminuir las fricciones y el tiempo de viaje. Tener calles a la holandesa significaría no más niños atropellados en veredas ni la furia de los conductores atrapados en el tráfico.

Holanda es resiliente. Las ciudades están preparadas para afrontar su clima cambiante y extremo. No importa si llueve torrencialmente o los árboles se caen por los fuertes vientos, la ciudad continúa existiendo, la gente sigue con su día y no se declara emergencia por desastres. Los Países Bajos le ganaron tierra al mar respetuosamente y cuidando no alterar demasiado el equilibrio natural. Hacer ciudades a la holandesa en Perú significaría el control de nuestros ríos y quebradas y el olvidarnos de videos de huaicos llevándose a mujeres que luego emergen del lodo.

En Holanda reina la bicicleta. Cualquier excusa que se te venga a la cabeza no es lo suficientemente fuerte como para descartar la promoción ciclista de las políticas públicas nacionales: ni la nieve ni la primacía del auto lo evitaron allá. Bicicletear al estilo holandés significa que todos podríamos tener la alternativa de elegir la bici como medio de transporte y olvidarnos de esos funcionarios anticuados que insisten en que es un juguete y no vale la pena invertir en ella.

Por último, los holandeses son iguales entre sí. No importa si eres ministro o gerente, mesero o chofer de bus, no existe allá esa relación de servilismo que no hace sino distanciarnos entre ciudadanos. ¿Esto tiene que ver con la ciudad? Yo creo que si logramos servicios y espacios públicos más democráticos, podremos aprender a vernos como iguales y eso, absolutamente, nos hará vivir mejor.

Al final, no importa tanto si lo hacemos al estilo holandés o al estilo peruano mientras el objetivo sea el mismo: tener ciudades en las que podamos vivir mejor.

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