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A fines del año pasado dediqué esta columna a las toneladas de basura que inundaban las calles de Villa María del Triunfo. Ni tres meses después otra emergencia ambiental afecta ahora a los vecinos de El Agustino. Las montañas de basura se acumulan en las calles, el sol inclemente descompone todo más rápido, la pestilencia y enfermedades son permanentes, y los conflictos entre vecinos se incrementan.

La municipalidad ha sacado un comunicado explicando el por qué de este riesgo ambiental. Según indican, la gestión anterior dejó una deuda impaga a la empresa encargada del recojo de basura y, a pesar de los acuerdos con el municipio, esta ha decidido dejar de prestar el servicio buscando resolver su contrato. ¿Cuánto tiempo no se les ha pagado? Desde abril hasta diciembre del año pasado. Nueve meses en los que un municipio no compensaba el servicio que le prestaban y no sabemos en qué se gastaba ese dinero. El actual alcalde ha declarado que más de S/11 millones adeuda su distrito a empresas de recojo de basura correspondientes a servicios prestados durante la gestión anterior. ¿Cómo se pagarán esas deudas?

Dos cosas son las que quiero proponer para ver si logramos que las emergencias ambientales disminuyan. La primera es la necesidad urgente de establecer mecanismos de control, incluso automáticos, para alertar del no pago a alguno de los proveedores de servicios públicos fundamentales.

Desde el Estado central debiera poder mantenerse un control mejor. Es más, dada la recurrencia de la pésima gestión de los recursos públicos por parte de gestiones locales, hasta me atrevería a proponer que a los distritos que demuestren riesgo de corrupción –varios acaban en la cárcel- se les suspenda la capacidad de gestionar sus propios fondos y un ente superior sea quien los administre.

Por último, y desde el lado de la ciudadanía. ¿En serio tenemos que producir tanta basura? ¿Es necesario que nos vendan tantos plásticos y empaques? Como bien ha hecho notar la Embajadora de Reino Unido en Perú, llamando a todos a la reflexión, ¿por qué es necesario que los libros y cuadernos de los niños sean forrados con un plástico que irá a parar a la basura? Ya hay esfuerzos puestos en marcha como la prohibición de usar bolsas de un solo uso. Pero, ¿por qué no podemos apostar por ser un país o una ciudad con la mínima cantidad de residuos? Quizá algún día una de nuestras ciudades sea declarada como territorio Basura Cero.

Mientras tanto, seamos todos más cuidadosos y organicemos la basura de nuestras casas. Cuando, lamentablemente, vuelva a ocurrir otra emergencia ambiental, la comunidad –siquiera- podrá aguantar mejor.

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