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En defensa de los colectivos
“Esta necesidad surge ante la ausencia de un sistema de transporte público de calidad, cuya reforma ha quedado abandonada”.
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Quizá el título de esta columna le haya hecho levantar la ceja. ¿Cómo es posible que alguien apoye a los colectivos informales? Sí, esos que son peligrosos, que hacen bulla y tráfico y que para colmo son ilegales pues prestan el servicio de transporte sin licencias ni seguros. Seguro también se ha preguntado por qué la gente los usa. ¿Acaso no se dan cuenta de que ponen su vida en riesgo, que pueden ser asaltados y que convalidan la criollada?
Teniendo en cuenta que todo lo mencionado arriba es cierto, ¿entonces por qué insisto en defenderlos? La razón es muy simple: en las condiciones actuales, los colectivos informales son –por el momento– necesarios. Y lo son para un porcentaje importante de los viajes diarios que ocurren en Lima y Callao. Según nuestra última encuesta Lima Cómo Vamos, el 3.3% de personas en Lima y el 3.9% en el Callao declararon ser usuarios de los colectivos para ir a su trabajo o centro de estudio. Sé que el porcentaje no parece muy alto, pero es importante que sepan que, según la misma encuesta, el Metro de Lima lo usa solo el 3.1% de limeños y el 2.6% de chalacos. Así también, los corredores complementarios solo son utilizados por el 1.6% de limeños y el 0.4% de chalacos. Por su parte, el Metropolitano es algo más utilizado, llegando a un 4.9% de limeños.
Entonces, los colectivos informales cubren una necesidad insatisfecha a un grupo importante de la población, aquellos que requieren un trayecto más rápido que el de un bus (que tiene más paradas y rutas no directas). Por esta conveniencia es que deciden gastar más de lo que pagarían por un pasaje de bus, pero no están dispuestos o no tienen la capacidad de pagar el costo de un taxi. Naturalmente, esta necesidad surge ante la ausencia de un sistema de transporte público de calidad, cuya reforma ha quedado abandonada, y en la que los avances que se están haciendo no permitirán una articulación real ni en tarifa ni en rutas. Así, desde una perspectiva de mercado, los colectiveros solo responden a la demanda existente y nos muestran lo importante de que el sistema de transporte se organice de tal forma que resulte conveniente para todos.
En esa lógica, por supuesto que los colectivos deberán desaparecer cuando se consolide el sistema de transporte, pero, mientras tanto, cuando los vea y reniegue por su existencia, preocúpese más bien de exigirle a su alcalde una buena reforma de transporte pues es eso lo que generará que todos podamos movernos bien, sin piratas que se crucen en nuestro camino y toquen el claxon como locos llamando pasajeros.
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