Lima en el sexto lugar del ránking de las mejores ciudades de Latinoamérica. (USI)
Lima en el sexto lugar del ránking de las mejores ciudades de Latinoamérica. (USI)

Seguramente muchos no conocen a qué nos referimos cuando hablamos de una ciudad compacta. En simple, podríamos decir que es una ciudad en la que tu casa queda cerca de donde trabajas y que tienes acceso, a corta distancia, a los distintos servicios y actividades que necesitas para vivir (como salud, educación y comercio). Es una ciudad contenida. Suelen ser ciudades multifuncionales y diversas, que ofrecen una buena calidad de vida, pues se sienten seguras, vibrantes y te ofrecen oportunidades. Además, son menos dependientes del auto privado y, por lo tanto, son más sostenibles.

Lima no es una ciudad compacta, todo lo contrario, es una ciudad difusa, desparramada, que se chorrea, que se desborda. Es una ciudad que se extiende infinitamente y va ocupando el territorio sin misericordia. Lima es una ciudad en la que el 24% de personas pasa al menos tres horas viajando hacia o desde su trabajo o centro de estudios todos los días de la semana y de ellas, casi el 10% pasa cuatro horas viajando cada día. Entre 32 y 43 días de su vida cada año los pierden en moverse cuando podrían estar descansando (y solo estamos considerando los viajes principales). La ausencia de un sistema de transporte público agrava esta situación, pues además de ser una ciudad despanzurrada, Lima también está desconectada.

¿Podemos aspirar a que la capital se vuelva una ciudad más compacta? Claro que sí y esto puede lograrse a través de las políticas urbanas que los alcaldes metropolitano y distritales promuevan. Por ejemplo, pueden empezar a dar licencias de construcción de edificios de usos mixtos, promover la economía local alentando y simplificando el otorgamiento de licencias de construcción, dejar de pedir tantos parqueos por local comercial autorizado, mejorar los espacios públicos para propiciar la caminata y la bicicleta, y mejorar el transporte público. Pueden densificar responsablemente la ciudad resignificando las zonas industriales y promoviendo políticas de vivienda social.

También, es posible hacer todo lo contrario: continuar habilitando terrenos para vender lotes, pero sin mayor calidad urbanística y, peor aún, sin exigir la articulación con el sistema de transporte. Continuar consolidando las zonas de riesgo no mitigable hasta que llegue el próximo Niño y empiecen los huaicos. Zonificar de forma excluyente manteniendo absurdamente un Índice de Usos arcaico y que entorpece el crecimiento. Mantener las ciudades dormitorios. Pensar que la “residencialidad” y la “exclusividad” generan valor cuando en realidad lo quitan. Abandonar y luego desaparecer poco a poco los espacios públicos de la ciudad pues “no son productivos” como dijo un alcalde local hace poco. Los alcaldes recién electos pueden y deben elegir qué ciudad nos van a ofrecer. Espero que elijan darnos una ciudad compacta pues a todos nos va a ir mucho mejor.

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