El chofer delincuente
El chofer delincuente

Las imágenes de un conductor criminal embistiendo a un inspector de tránsito nos dejaron atónitos. “Un delincuente es usted”, le dicen mientras claman por refuerzos, mientras piden ayuda. Mientras que el delincuente vuelve a acelerar y a llevarse de encuentro, a velocidad y por varios metros, al inspector que estaba haciendo su labor. No parece ser suficiente castigar con una multa, sino poner una denuncia por intento de homicidio. Si no reconoce que su auto puede matar, no merece tener licencia.

“Casi me atropellan”, me anunciaba mi hija al llegar a casa. “Casi me atropella un auto”, repetía temblorosa y asustada. Mientras iba manejando su bicicleta blanca por una calle tranquila cerca de casa, mi hija de 8 años vio cómo un auto se le pegaba por atrás. Ella volteó a mirarlo. Le dio miedo.

Pedaleó más rápido para dejarlo atrás. El auto aceleró, pisando sus espaldas, marcando su camino. Ella sintió más miedo. Cuando llegó a la esquina, el auto se metió en contra. Así, la desestabilizó, perdió el control y cayó al piso.

El auto no la tocó, pero tampoco le importó. Continuó su camino, mientras cinco desconocidos y su papá se agolpaban para ayudarla. Una señora mayor calmaba su llanto hablándole bonito, un chico exigía a la serena que controlen a los conductores infractores y todos estaban prestos a asistir. Todos excepto el conductor del auto. Él no paró.

“El auto no paró, el auto no paró”, me decía repetidas veces. Incrédula de que alguien la haya puesto en riesgo. La haya enfrentado al miedo de morir.

La haya confrontado con su vulnerabilidad. Le haya quitado el superpoder de sentirse invencible. Le haya arrebatado la confianza de moverse libre y segura en las calles del barrio donde vive. Te maldigo, conductor delincuente. Y te maldigo, conductor cretino. Sí, a ti que te crees con más valía, que te crees con más poder, que te crees con más importancia que una niña de ocho años en una bicicleta blanca, que un inspector de tránsito, que un sencillo peatón. A ti, conductor criminal que usas tu auto como arma mortal. A ti, conductor negligente que no sabes cuidar a los demás.

Necesitamos transformar esta ciudad agresora para que sea un espacio que nos cuide y nos proteja. Una ciudad que castigue a los conductores egoístas y que premie al buen conductor, ese que para en las esquinas, ese que cuida a quienes están a su alrededor. Necesitamos una ciudad que le devuelva a mi niña la confianza, la libertad y la felicidad de seguir siendo invencible.

Nosotros seguiremos a su lado viéndola montar bicicleta pues sabemos que recuperará su poder a punta de pedalear y enfrentar sus miedos y no, no nos rendiremos en la lucha por una ciudad mejor.

TAGS RELACIONADOS