La medida apunta a ordenar el transporte urbano en Lima y Callao y acabar con la congestión vehicular. (El Comercio)
La medida apunta a ordenar el transporte urbano en Lima y Callao y acabar con la congestión vehicular. (El Comercio)

Debo decir que me ha costado un poco escribir esta columna pues tengo una mezcla de emociones. No sabía bien por dónde enfocar el análisis con relación a la reciente aprobación (en primera votación), por parte del Congreso de la República, de la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU). Esto representa un logro importante para muchas instituciones y personas que desde hace años venimos insistiendo con estrategias para mejorar la situación de la movilidad en la ciudad. Y aunque no es la solución ideal, estoy convencida de que ante el caos terrible que vivimos a diario en las pistas, la mayoría ha recibido esta noticia con, al menos, esperanza. Ahora tenemos la posibilidad de que, si se reglamentan las competencias adecuadamente, podamos lograr un sistema de transporte integrado, accesible y multimodal.

Lo más importante es que la norma otorga al transporte público la categoría de servicio público y eso permitirá que, de ser necesario, se incluyan subsidios para el desarrollo del sistema y, por ende, se pueda aumentar la cobertura y calidad de este. Además, ahora tanto Lima como Callao tendrán voz oficial en las decisiones que se tomen con relación al Metro de Lima, las cuales antes solo se encontraban en manos del Ministerio de Transporte.

Sin embargo, hay un par de temas que no deben ser olvidados. El primero es la importancia de integrar el transporte público con el resto de modos de transporte, desde el auto (y, por lo tanto, las políticas de desincentivo que deberán ponerse en marcha) hasta la promoción de la bicicleta y caminata (que requieren un mejoramiento urgente de su infraestructura existente). El reto aquí es articular correctamente con los gobiernos locales. El segundo es la necesaria vinculación de la planificación del transporte con el desarrollo urbano en Lima y Callao. Para hacer una analogía, imaginen una moneda donde una de las caras es el transporte y la otra el crecimiento urbano. Uno sin el otro no puede existir; entonces, todo lo que haga la ATU debiera estar integrado a un plan urbano mayor –que aún no tenemos–.

Por otro lado, dentro de esta luz de esperanza, la ATU es también la confirmación del fracaso del modelo de gobierno metropolitano que tenemos y su fragmentación local. Una institución que ya era débil se debilita aún más en cuanto a sus competencias y su presupuesto. Por supuesto, ante la inercia, desinterés y desgobierno de la mayoría de las gestiones metropolitanas, el transporte continuaba empeorando y la ATU es una suerte de resucitación cardiopulmonar. Sin embargo, creo que es momento de pensar seriamente en una reforma integral del gobierno local, pues, hasta la fecha, esta fragmentación que tenemos solo nos enreda más, como si nos encontrásemos atrapados en un nudo más del tráfico que no nos deja avanzar.

TAGS RELACIONADOS