“Vivimos con la esperanza de que se recuperen la economía y el empleo; pero no parece que hagamos mucho para conseguirlo”.
“Vivimos con la esperanza de que se recuperen la economía y el empleo; pero no parece que hagamos mucho para conseguirlo”.

Las calles ofrecen un panorama ambiguo: muchas construcciones se han reiniciado y el ruido que antes irritaba hoy es compañía y hasta señal de optimismo. En las puertas de los negocios se suceden fachadas donde se realizan trabajos de reparación para una apertura, con otras que anuncian “remate por cierre de local”. Ayer una fábrica anunciaba la venta de stock por la pérdida de su pedido de exportación. Ergo, más desempleo y pobreza.

Vivimos con la esperanza de que se recuperen la economía y el empleo; pero no parece que hagamos mucho para conseguirlo: en lugar de apoyarse en la empresa grande y formal y usarla para levantar a las más pequeñas, las semanas pasadas volvimos a recortar las ventanas de operación, reduciendo horas de trabajo y traslado, obligando a la gente a apretujarse en los medios de transporte.

En el otro extremo están los informales, sin poder cumplir protocolos estrictos sin ayuda y guía del Gobierno (no se trata de represión, sino de apoyo). Es una población cuyo dinero entra a cuentagotas, sin permitirles compras planificadas porque el día que ingresa dinero es la oportunidad para comprar productos básicos.

Y en tanto el pueblo sufre por lo económico y la salud, un cantante desenfrenado, un presidente confuso, calmo o agresivo, dos señoras “que conversan” y un patético elenco en el Congreso le falta el respeto a un pueblo que no supo elegir ahora ni es probable que haya aprendido a hacerlo. Porque, como hemos visto, estas historias se repiten.

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