(GEC)
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En los pasillos judiciales le dicen ‘Shakira’ a Zoraida Ávalos, la fiscal de la Nación, por el título de la célebre canción de la cantante colombiana con el que titulamos este editorial. Y quizás no les falta razón: en estos últimos meses solo la hemos visto aparecer en los medios para defenderse de las graves imputaciones que le han hecho tanto el procurador anticorrupción como recientemente Karelim López, acogida ahora a la colaboración eficaz.

La acusación del procurador, que recoge elementos sobre su eventual vinculación con Los Cuellos Blancos y su elección como fiscal suprema, está plasmada ya en una denuncia constitucional, mientras que lo afirmado por la lobista –sobre un presunto papel de protección de Pedro Castillo en pared con el fiscal Omar Tello– está todavía en vías de ser corroborado. Pero mientras se dedica a defenderse, permite (¿o promueve?) que el coordinador de las fiscalías anticorrupción intente sabotear el trabajo del Equipo Especial Lava Jato, pretendiendo arrebatarle el cuaderno de colaboración eficaz de López y torpedeando la figura y el papel de un testigo esencial para el proceso.

Es decir, en lugar de ejercer un liderazgo en la institución para empujar a sus fiscales a buscar la verdad, soterradamente alienta la división y les quita autoridad. Como han señalado diversos especialistas, minimizando y justificando la maniobra de Tello –quien ha ordenado que se le informe al detalle de los avances en las investigaciones de su área– solo entorpecerá y ralentizará el trabajo de los magistrados.

Y lo ocurrido ayer en la Subcomisión de Acusaciones Constitucionales del Congreso, cuando se evaluó la procedencia de la denuncia contra la fiscal de la Nación por presunta infracción a la Constitución y omisión de funciones en la investigación al presidente Pedro Castillo, no hace más que aumentar las suspicacias sobre su conducta.

Minutos antes de poner a voto la moción, Waldemar Cerrón olvidó apagar el micro y permitió que se escuche cómo recibía instrucciones desde una llamada telefónica para voltear su voto –había votado a favor de la acusación– pues, según su interlocutor, “todo (estaba) confabulado contra el presidente”, con lo que el parlamentario pidió de inmediato el cambio.

Cambiando un poco la conseja popular, podría decirse: dime quién te defiende y te diré quién eres.

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