(Getty Images)
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Desincentivar el consumo de productos dañinos para la salud y aumentar la recaudación tributaria, dice la justificación de la medida que plantea el impuesto selectivo al consumo de tabaco, alcohol, gaseosas, autos y combustibles. La razón: que no son buenos ni para el cuerpo ni para el medio ambiente. El problema está en el mensaje de fondo, pues creo que no se trata de castigar el consumo de lo que daña sino de promover el de lo que nos hace bien. Rara vez funcionan los castigos y más en el Perú, donde evadirlos es cosa de bravos, de vivos, de capos.

Lo peor de este mensaje simplón y tremendamente anticuado es que pretende justificarse con un mayor ingreso a las arcas del Estado. Es decir: qué vaina que haya gente alcohólica o adicta al tabaco, pero qué bueno saber que, mientras más sean, más recaudación tendremos como país. Perverso por donde se mire. Tremendamente ingenuo, el ministro Tuesta, si cree (como ha declarado) que la medida será particularmente positiva para los jóvenes, “sobre todo para ese 25% que empieza a fumar entre los 8 y 11 años y ese 36% que consume alcohol regularmente entre los 12 y los 18, pues serán quienes más dejen de consumir estos productos”. ¿En serio son tan ecuánimes nuestros adolescentes como para reaccionar absteniéndose? ¿No será, más bien, que, si hoy son capaces de lo que sea con tal de conseguir plata para comprar alcohol, en adelante ese “lo que sea” va a convertirse en algo más grave? Menos sus celulares, obvio, van a venderlo todo, las zapatillas nuevas, la mochila, la bicicleta, el perro, lo que sea.

Digamos que me equivoco y que efectivamente los adolescentes dejarán de comprar alcohol porque es más caro. Ojalá, sería perfecto. Pero ¿qué vamos a ofrecerles a cambio de la juerga reprimida? ¿Más horas de televisión donde verán solo violencia, cinismo, egocentrismo, machismo y racismo? ¿O limpiaremos las playas? ¿Construiremos más losas deportivas? ¿Invertiremos en huertos escolares? La despensa nutritiva del Perú es infinita, cada vez es mayor la apuesta por cultivar alimentos sanos, sin pesticidas químicos, sin azúcares, sin aditivos. ¿Por qué no bajarles la carga tributaria a estos, cuyo cultivo requiere de esfuerzos mayores que los encarecen?

Hay algo en esta medida que suena muy bien y por lo cual seremos felicitados por la Organización Mundial de la Salud, no lo dudo. Pero eso no es nada, a menos que tengamos un plan que vaya más allá de ponernos felices porque nuestra caja chica va a estar más holgada. Lo que me temo, en cambio, es que la plata se usará para pagar más sueldos de más burócratas inútiles, timoratos y ladrones.

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