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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Tengo 240 tipos de letra o fuentes en mi computadora, desde el Adobe Arabic hasta el Wide Latin, tengo ansiedad crónica y no sé dibujar. Escribimos todo el día, en Facebook, Twitter, Word y las tipografías nos salvan –a algunos de nosotros– de nuestra falta de pulso. Escribir empuñando un lapicero es un arte escondido en la cotidianidad. Hablo de la escritura como tal, de las notas que dejamos en casa para avisar adónde vamos, para completar una ficha de inscripción o anotar una fecha importante en nuestras agendas. Y es que tenemos algo igual de inconfundible que nuestras huellas digitales, y también sale de nuestras manos, nuestra letra. De niño, mi madre gastó cientos de soles en cuadernos de caligrafía para salvarme de mi letra, pero la ansiedad no me dejaba terminar una oración sin que parezca un mamarracho. Mi impaciencia por terminar una frase, una palabra o una letra podía más. Mi profesora de Lenguaje decía que parecían arañas aplastadas y yo siempre me escudaba detrás de la frase "los médicos escriben igual y ganan mucho dinero". Hoy, artistas peruanos y extranjeros nos abren una ventana enorme sobre las miles de tipografías que podemos usar y lo hacen a mano. Las tipografías son herramientas para transmitir sensaciones, emociones, sentimientos y hasta pueden ser un método de relajación. Yo, que vivo rodeado de fuentes, soy ansioso y no sé dibujar, siempre envidiaré a estos artistas, porque, además de no saber dibujar, nunca aprendí a escribir de corrido. La última vez que escribí a mano fue esta mañana, fue un recado para mi novia: "Te dejo unas galletas en la mesa". Me fui dejándola dormida en el sillón y con sentimiento de culpa, con la esperanza de que entendiera el mensaje.