(César Campós/Perú21)
(César Campós/Perú21)

Si no fuera porque algunos miles de peruanos lo escuchan y creen en sus palabras, Ricardo Belmont no pasaría de ser un bufón sin mucha gracia. No sé si Belmont realmente está convencido de lo que dice o si es un simple y llano mentiroso, pero sus acusaciones de “fraude” contra las elecciones del domingo han sido una de las cosas más lamentables de las elecciones municipales y regionales.

En un vídeo que publicó pocas horas después de que se conocieran los resultados del boca de urna, Belmont aseguró que los demás partidos políticos se habían aliado en su contra y que se le había robado la elección. ¿Pruebas? Ninguna, pero Belmont encuentra más razonable creer que existe una gran conspiración en contra él por parte del “poder fáctico” que considerar que su campaña fue pésima y su actuación en el debate electoral para el olvido.

Cuando recién iniciaba la campaña municipalidad, no entendía muy bien cómo así un presentador de televisión sin muchas ideas podía postular por un partido que se autodenomina “la avanzada del futuro socialismo peruano”. Ahora creo que lo entiendo un poco mejor. Belmont no es un socialista ni tiene una ideología identificable, pero es difícil no relacionar su discurso conspiranoico con el de su partido. Así como Belmont cree que existe un “poder fáctico” que hace de todo con tal de que él no gane, el líder de su partido, Vladimir Cerrón, asegura que existe una “guerra económica contra Venezuela” y que el “único pecado” de Maduro es “conducir a su pueblo a la real soberanía patria”. Ninguno de los dos tiene los pies sobre la tierra.
Felizmente para todos, Lima tomó una decisión inteligente este domingo.

Sin embargo, personajes como Belmont son una amenaza para la democracia. Nuestras instituciones tienen muchos defectos, pero promover un sentimiento antisistema por medio de mentiras es irresponsable. Para muchos de nosotros, las acusaciones de Belmont sobre fraude pueden ser graciosas, pero lastimosamente existen otros que sí le creen. Los únicos que se benefician con estas declaraciones sin sustento son candidatos como Vladimir Cerrón, que quieren vendernos la idea de que son la única salvación para los problemas del país. La democracia, en cambio, pierde con la notoriedad y el apoyo que reciben los charlatanes.

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