El presidente chino, Xi Jinping, inauguró junto a la presidenta del Perú, Dina Boluarte, el Puerto de Chancay. El acto fue la culminación de décadas de esfuerzo para materializar una visión de país y, a la vez, testimonio de la perseverancia y resiliencia de un puñado de empresarios peruanos que, a pesar de todas las trabas y sinfín de trámites burocráticos, jamás claudicaron en su afán de concretar su sueño.
El Puerto de Chancay es hoy una realidad. La mitad del comercio chino con América del Sur pasará por Chancay: unos US$290,000 millones al año.
Lo primero que hay que anotar es que el puerto NO es una concesión del Estado, sino que se ha desarrollado íntegramente en propiedad privada. El Estado solo otorgó en concesión el uso del área acuática, pero la visión, propiedad de los terrenos y financiamiento de las etapas iniciales, TODO, fue esfuerzo y visión de empresarios peruanos.
La propiedad del área principal y concepción del proyecto es de autoría del almirante Juan Ribaudo (quien aportó los terrenos de su propiedad) y de su gerente general, el almirante José Noriega. Pero la idea del “puerto” nunca se hubiese materializado sin la decisión empresarial de los peruanos José Ignacio de Romaña Letts y José Picasso Salinas, quienes vieron el enorme potencial económico del proyecto y su impacto en el desarrollo del Perú, y asumieron su conducción con determinación, a pesar del sinfín de trabas burocráticas y problemas que proyectos de esta envergadura siempre generan en nuestro país.
Una vez logradas las autorizaciones, se emprendió el desafío de conseguir un socio estratégico que pudiera financiar la construcción del proyecto, valorizado en unos US$3,500 millones. Europa dijo “no”, los EE.UU. dijeron “no” y China dijo “sí”. De esta manera, ante la negativa de empresas europeas y norteamericanas, Cosco Shipping se convirtió en socio estratégico y dueño del 60% del proyecto.
Uno de los pilares del régimen económico del Perú, consagrado en nuestra Constitución, es la no discriminación del origen de la inversión en tanto cumpla las leyes peruanas. En ese sentido, la inversión china en el Puerto de Chancay es irreprochable, más allá de las diferencias que podemos tener con su sistema de organización política. Como dijo Den Xioping: “No importa el color del gato con tal que cace ratones”. El Perú necesita estas inversiones y hay que, garantizando siempre nuestros intereses, dar las condiciones para que estas lleguen.
En el pleito por la hegemonía económica y militar del mundo, entre EE.UU. y China, el Perú —lejos de tomar partido— debe sacar provecho de él, fomentando la inversión de estas dos superpotencias en la infinidad de proyectos de inversión que podemos ofrecerle al mundo.
Por valores religiosos, políticos y culturales, Europa y EE.UU. deberían ser nuestros socios naturales, pero para eso hay que invertir y no solo decir. Hoy por hoy, es la China quien habla menos, pero invierte más, y eso no lo podemos castigar.
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