El fin de mejorar la accesibilidad y movilidad de los transeúntes en el Centro Histórico. (Foto: MML)
El fin de mejorar la accesibilidad y movilidad de los transeúntes en el Centro Histórico. (Foto: MML)

En las últimas semanas, se ha venido discutiendo el Plan Maestro del Centro Histórico de Lima, cuyo periodo de consultas acaba de finalizar. Este incluye un detalladísimo tratamiento arquitectónico; permite que se incorporen árboles que no podían plantarse pues “antes no existían”; falla en el involucramiento ciudadano; y no contempla el factor urbanístico. El Centro de Lima es un espacio disputado. Por un lado, están quienes quieren que se preserve intacto incluso a costa de sus habitantes y promueven cargas imposibles de sostener. Esta visión propatrimonialista no ha servido.

Por otro lado, están quienes creen que el libre mercado lo resuelve todo y que el destino de sus pobladores no es tan relevante. Prefieren ignorar la desigualdad y pobreza de los tugurios ya que la regeneración que proponen implica la expulsión progresiva de sus vecinos originales. Es decir, el desalojo de los habitantes a la mala y el cambio de usos por unos más cool y más hipsters.

Hacia el bicentenario queremos un Centro Histórico que respete a sus habitantes y reconozca su valor patrimonial. Que proponga usos mixtos y peatonalización a la vez que desarrolla políticas de inclusión social. Que invite a nuevos habitantes sin excluir a los de siempre. Que elimine las mafias y premie a los vecinos con oportunidades y a la inversión privada que busca recuperar el centro junto a sus ciudadanos.

Nuestro Centro Histórico necesita un plan urbano y este debe incluir las recomendaciones de protección arquitectónicas y patrimoniales del Plan Maestro para así poder pensar cuál es el Centro que queremos. Está bueno que el Centro esté en debate. Pero, eso sí, nunca debemos olvidar que el Centro de todas las ciudades es la gente. Recuerden que sin gente no solo no hay centro, sino tampoco ciudad.