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Redacción PERÚ21

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Carlos Meléndez,Persiana AmericanaLa confirmación de la candidatura de Luis Castañeda por el JNE pone fin a unos días de incertidumbre sobre la campaña limeña. Mientras sus rivales empezaban a evaluar quién podía beneficiarse sin su participación, hoy el cálculo es si las tensiones (ya resueltas) entre el candidato solidario y las autoridades electorales podrían generar un efecto de 'victimización' que aventaje aún más al puntero. Hemos pasado, en una semana, de un probable espacio "sin Castañeda" a otro con un Castañeda más envalentonado.

Sin embargo, el desenlace aún no está resuelto. Las últimas semanas son las más inestables en el electorado. Como el vínculo político no se basa en programas, sino en atributos personales, alguna debilidad personalista puede cambiar el panorama. A la vez, se necesita una alternativa capaz de capitalizar a su favor esa deficiencia rival. ¿Existen tales condiciones?

Son tres las características asociadas fuertemente a la 'marca' Castañeda: obras en sectores populares, su silencio y las acusaciones de corrupción. Las dos primeras han jugado a favor del candidato y la tercera no ha pegado a pesar de las crecientes sospechas. Castañeda ha sido hábil en traducir su silencio como signo de seriedad. Sus rivales no han explotado otro significado posible: la soberbia.

Nadie sabe enfrentar a Castañeda en la arena de la indignación. No en términos de corrupción vs honestidad, sino en el eje soberbia vs cercanía popular. Ningún candidato empata con la sensibilidad popular –Villarán tiene su rechazo, Heresi es muy A/B– para capitalizar un discurso que ponga en juicio la 'humildad' de Castañeda, aunque sea posible y rentable una prédica del tipo: Castañeda no es el "candidato de los pobres", sino de sí mismo y de su grupo de intereses.