(Foto: GEC)
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Estimado Augusto,

Si haberle negado la confianza al gabinete Cateriano en medio de la peor crisis sanitaria de nuestra historia republicana fue una auténtica falta de respeto a las víctimas de la pandemia, haber pretendido vacar al presidente en este contexto ha sido un acto de sedición. Este Congreso, en el que se ha llegado al extremo de mentarle la madre al presidente y cuestionar su orientación sexual, sin que pase nada, es vergonzoso. El desprecio de esta peste parlamentaria a la investidura presidencial y al régimen democrático reúne todos los vicios de la política nacional. Eso no quita que los audios, que son el origen del escándalo, huelen a desagüe.

Me duele especialmente el caso de Acción Popular, partido fundado por mi abuelo. El paupérrimo nivel de la bancada de AP se debe en parte a la falta de visión y frivolidad de los pseudo líderes partidarios, que decidieron no participar en las últimas elecciones y guardarse para 2021, porque para ellos el Parlamento nacional es muy poca cosa; además de la imposibilidad física de albergar en el hemiciclo egos tan grandes. La cosa se pone peor cuando uno lee y escucha que ni bien asumieron el cargo, varios nuevos parlamentarios habrían intentado persuadir al presidente para posponer las elecciones generales. Así, la intentona golpista habría sido una rabieta por despecho por no haber logrado un añito más de sueldos y viáticos parlamentarios.

En uno de sus últimos discursos, Fernando Belaunde Terry pidió a los militantes de AP que cumplan con sus deberes partidarios y patrióticos en defensa de la democracia y que los que así lo hicieran recibirían, desde el más allá, el eco de su voz fraternal y aprobatoria. Al ver en estos tiempos cómo su legado es pisoteado, está claro que quienes fingen ser sus discípulos y viven de su nombre, lo único que reciben es el eco de una nación avergonzada por el Parlamento que los representa.

Fernando

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