(Foto: AFP)
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Si están siguiendo las primarias demócratas, sabrán que a estas alturas la carrera es entre Biden y Sanders. Warren, quien era la candidata de las ideas y la más aterrizada para concretar una agenda progresista –sobre todo en lo económico–, puso fin a su campaña la semana pasada. No me queda duda de que su salida temprana tiene que ver con que en el país del norte no están dispuestos a que una mujer sea presidenta, pero también porque cometió el error de generar tensiones con los bernistas sin lograr canalizar la molestia de una generación entera que se siente defraudada por el establishment político. Las campañas están supeditadas a las circunstancias y Warren ha sido víctima de ellas.

Con solo dos caballos en carrera, los intereses corporativos del Partido Demócrata se han alineado tras Biden, quien, aun siendo muchísimo mejor que Trump, no propone verdaderos cambios de fondo. Sanders, por el contrario, cuenta con el apoyo de quienes buscan una trasformación profunda que implique medidas ambientales, como detener el fracking; económicas, como poner un impuesto a la riqueza; políticas, como cambiar el sistema de colegios electorales; o sociales, como establecer un seguro público universal de salud o garantizar semanas libres para que padres puedan estar con sus bebés recién nacidos. Dicen que eso hace a Sanders un comunista radical, pero yo veo ahí sentido común.

Lo que pase en Estados Unidos importa porque marca la agenda global, sobre todo en Latinoamérica. En asuntos ambientales, no creo que exista espacio para seguir con medias tintas, sino que se necesita mayor convicción. Además, en un mundo donde la riqueza está concentrada cada vez más en pocas manos, es bueno tener a alguien como Sanders que empuje el debate hacia esos temas centrales.

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