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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

1).- Inmensa tarea, mucho esfuerzo y no pocos riesgos. Las expectativas, el escepticismo y desconcierto concurren en la línea de partida de una carrera para fondistas. Los recursos son muy importantes, pero más aún la calidad de la gestión (eficiencia y honradez), muy escasa en nuestro Estado.

2).- Se demandarán empresas con tecnología de punta y la supervisión de organismos internacionales. La corrupción campante en las licitaciones, presupuestos y adendas hacen necesario lo anterior. Grande es la desconfianza en el Gobierno Central y en las regiones y municipalidades. Firme debe ser la decisión para cumplir con éxito la tarea. Recordando el ejemplo de Evangelina Chamorro en Punta Hermosa.

3).- Para superar todo esto, un empuje a favor de la participación de la población es indispensable. Así, como se concibió la lógica a favor de la Alianza Público Privada (APP) aunque, ahora sin el fundamento lucrativo, la activa presencia ciudadana en el apoyo, seguimiento y fiscalización de las obras de la reconstrucción serán un aporte de los nuevos tiempos. Y de salir bien las cosas, se fortalecerá la legitimidad estatal, tan necesaria y, sin embargo, tan venida a menos.

4).- Una Coordinadora Regional (transportistas, trabajadores, productores, comerciantes, etc.) y sus sedes provinciales debieran permanentemente informar a la población del curso, avances y problemas de la reconstrucción local. Dependiendo de la Coordinadora, se formaría una Comisión Técnica, con los decanos de los colegios profesionales junto con las universidades de la región, la que haría el seguimiento y evaluación del avance de las obras. Un papel importante cumplirá la organización de mujeres y, también, en caso de existir en la zona, la presencia de las rondas campesinas.

5).- De hacer realidad lo anterior, del desastre y tragedia podría surgir una nueva voluntad colectiva a favor de un nuevo curso democrático del país.