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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

1).- No son nombres de mujeres. Son dos distritos de Huancavelica en donde se instalaron sendas bases militares (1984), convirtiéndose en un estigma contra nuestros soldados. El próximo lunes se reiniciará el juicio oral contra siete efectivos acusados de violar a jóvenes campesinas en ese año. Dos de ellas, 33 años después, darán su testimonio en el juicio que ya dura más de 20 años.

2).- De otro lado, lamentablemente en otras zonas del país sucedieron cosas parecidas. Basta leer fragmentos de los terribles testimonios de los 538 casos presentados ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR). Pero está claro que no fue una política sistemática de la estrategia contrasubversiva. Aunque, en ciertos momentos y lugares, no se trató de casos aislados.

3).- Así, el Consejo de Reparaciones adscrito al Ministerio de Justicia da cuenta de 4,567 víctimas de violencia sexual como saldo de la lucha contra el terrorismo. Según los testimonios ante la CVR, el 83% de las víctimas identificaron como perpetradores a militares (39 bases y 10 cuarteles) y policías (6 puestos y 14 comisarías). El 9% a los senderistas y el 2% al MRTA. El resto no fue identificado.

4).- La mayoría de las víctimas fueron analfabetas, quechua hablantes y de origen rural. Nunca tuvieron las condiciones para hacer sentir su voz y pedir justicia; eran amenazadas si no guardaban silencio. Y, también, pesaba la vergüenza y el temor de que se entere su esposo. Ahora, dicen que por "haber sido abusadas" sufren todos los días de la "enfermedad del miedo".

5).- ¿Cómo podemos explicarnos todo esto? Las violaciones de mujeres por la soldadesca chilena en Barranco y Miraflores era parte del saqueo y rapiña del vencedor. Nuestro caso fue diferente. Se utilizó el poder de las armas para violar a una indefensa compatriota. Uno siente ganas de pedir perdón, pero se trata de exigir justicia.