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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La fragmentación política del poder en el Perú es el rasgo más fuerte e inmodificable de los meses y años que vienen.

PPK ganó por poco el Ejecutivo, pero Keiko logró una sólida mayoría en el Congreso. Verónika resucitó a la izquierda y la convirtió en la segunda fuerza del Parlamento. El alcalde de Lima no pertenece a ninguno de los grupos anteriores. Alianza para el Progreso tiene una bancada parlamentaria importante y varias autoridades regionales. El Apra y Acción Popular, si bien con representaciones pequeñas, son siempre partidos importantes de la vida política nacional. Sumémosle, además, que en gran parte del Perú las autoridades regionales y locales pertenecen a movimientos, valga la redundancia, locales.

No hay forma de gobernar bien el Perú sin que todos los sectores conversen, haciendo política en el buen sentido de la palabra. Es decir que, de cara al país y pensando en los problemas de la población, busquen algunos puntos de acuerdo. Por ejemplo, en el dificilísimo tema de la seguridad, leyendo los planes de gobierno, hay muchísimos más consensos que discrepancias.

Todos lo necesitan. PPK no puede gobernar con el fujimorismo: para empezar porque ellos, con todo derecho, no quieren, pero tampoco puede gobernar peleándose cada día con el fujimorismo. Keiko, si quiere ser presidenta en el 2021, requiere que su imagen se consolide, a partir de una oposición firme, pero con capacidad de pensar en temas que beneficien al país. Exactamente lo mismo necesita Verónika.

Nadie debe pedir, porque sería de una ingenuidad absoluta, que no haya fricciones, desencuentros, crisis e incluso golpes bajos. Los habrá de todas maneras y son parte de la política, aquí y en la China. Pero quizás los votantes, sin buscarlo conscientemente, les han dado a los políticos una oportunidad de recuperar su credibilidad.