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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Están los indignados ante un posible retorno del fujimorismo. El antivoto de Keiko ha subido significativamente en las últimas semanas. Hay mucha rabia ante la posibilidad de que quienes saquearon el país puedan volver a gobernar. Más aún de que no hayan cambiado, pese a que lo digan de la boca para fuera. Algunos ejemplos: las oscuras financiaciones desde Vermont, lo más cercano a una offshore dentro de EE.UU.; que el congresista Joaquín Ramírez siga siendo secretario general del partido de Keiko y la acompañe en toda la campaña, pese a que tiene pedido de la Fiscalía de levantamiento de inmunidad por lavado de activos. También, por el burdo psicosocial, al clásico estilo montesinista, orientado a sembrar terror en los muchachos que iban a la marcha del 5 de abril, diciendo que venía un golpe de Estado y que habría bombas. Parece comprobarse aquello de que gallina que come huevo, aunque le quemen el pico… Me sumo a los indignados.

Están los preocupados por que la extrema izquierda, hoy con algunas posibilidades de gobernar, sostenga posiciones peligrosísimas para el Perú y que se ratifique en que su programa es innegociable. Que aun cuando serían una pequeña minoría en el Congreso, anuncien que buscarán un referéndum para hacer una Constituyente para cambiar el "modelo económico". Claro que hay mucho que cambiar en el Perú, pero no se puede tirar al niño con el agua de la batea. Están desconociendo los logros de tres lustros en democracia, en la que se consolidó la sensatez económica y se disminuyó la pobreza en más del 30% e incluso se redujo la desigualdad económica expresada en el GINI. El solo proceso constituyente, ganen o pierdan (lo más probable, lo segundo), paralizaría el país al menos por dos años. Ni el dueño de una bodega pequeña invertiría en mostradores nuevos hasta que el riesgo de que le cambien de raíz todas las reglas de juego se disipe.Me sumo a los preocupados.