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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La delincuencia asola al país. La extorsión llega también a los colegios, los microbuses son atracados con pasajeros a la luz del día, los 'bujiazos' son cada vez más frecuentes, los restaurantes son asaltados con comensales incluidos, etc. Todo ello con cada vez más violencia y muerte. Peor aún, cada vez más policías aparecen involucrados en los delitos. Y, bueno, no hablemos del narcotráfico…

Desde el 2007, cuando empezaron las extorsiones en Trujillo, venimos advirtiendo que a esto podíamos llegar. Pero la indolencia e ineficacia han sido la norma y ahora la delincuencia está fuera de control. No es que hayamos tocado fondo –¡ojalá!–, sino que hemos entrado a una espiral hacia abajo que puede ser incontenible. ¿Suena alarmista? Créanme, no lo es.

Ya se ha perdido mucho tiempo y, aun haciendo las cosas bien, tomará muchos años recuperarnos. Por ello, tenemos que exigir que se empiece hoy mismo con políticas de mediano plazo, que deben ser consensuadas con todas las fuerzas políticas, y, a la vez, con medidas de urgencia que alivien algo la situación.

Pérez Guadalupe, el séptimo ministro del Interior de este gobierno, podría hacerlo. Es consciente de la dimensión de la precariedad institucional frente al problema, que empieza en la Policía Nacional y termina en el Instituto Nacional Penitenciario (INPE), pasando por el Ministerio Público y el Poder Judicial. Pero el ministro ha sido ganado por las dificultades del día a día y trata de poner parches por aquí y por allá.

No veo ese sentido de urgencia que se necesita para sentar las bases de las reformas. La situación es tan apremiante que no podemos esperar al nuevo gobierno.

Es verdad que un presidente sin rumbo, preocupado básicamente por lo que le ocurre a su mujer, no es el líder que se necesita para estas cosas.

Aun así, Pérez Guadalupe debe intentarlo. Se lo debe a una ciudadanía aterrorizada por la situación y harta de la inacción.

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