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Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La noticia me estremeció. No es la más grave ni la más violenta sobre la delincuencia, pero sí una que revela algo muy profundo. Una combi fue asaltada por individuos armados que les robaron todas sus pertenencias a los pasajeros. Lo novedoso es que ocurrió a plena luz del día, a las tres de la tarde, y en la avenida Arenales, una de las centrales y más transitadas de la ciudad.

Esto me parece indicativo de un cambio que quizá pueda llamarse cultural o actitudinal, por el cual mucha gente que no lo haría en otras circunstancias se atreve a delinquir a partir de la sensación de que ya no hay ley. Y no me refiero a que en ese momento no haya habido un policía en la esquina, sino a algo más profundo y simbólico: no hay autoridad.

Eso ocurrió el 5 de febrero de 1975 con la huelga policial. El hecho de saber que no había policía fue una invitación al robo generalizado para mucha gente que normalmente no delinquiría.

No con esa magnitud, pero se puede hacer un símil y decir que vivimos una especie de 5 de febrero de baja intensidad.

Ese mismo día entraron las Fuerzas Armadas a poner el orden. Para muchos, la confirmación de que eso es lo que necesitamos ahora. Además de recordarles que una cosa es intervenir un día y otra estar permanentemente y que, para eso, no hay soldados disponibles, hay que hacerles saber que el número de muertos a causa de esa intervención nunca se ha llegado a saber con certeza, pero hay versiones que lo colocan en varios miles.

Por supuesto, entre ellos, quienes saqueaban, pero también muchísimos de los que tuvieron la mala suerte de estar en el lugar incorrecto en mal momento.

Una profunda reforma de la Policía es indispensable para revertir esta tendencia.

Restablecer la autoridad no es matar a todo el que se mueva, sino hacer llegar con hechos el mensaje de que quien delinque pagará de acuerdo a la ley.

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