El ex guardia nazi del campo de concentración Jakiw Palij, en el barrio de Jackson Heights del barrio Queens de Nueva York. (Foto: AP)
El ex guardia nazi del campo de concentración Jakiw Palij, en el barrio de Jackson Heights del barrio Queens de Nueva York. (Foto: AP)

Un día como hoy, hace 79 años, un comando especial alemán de la SS recibió la orden de penetrar la frontera con Polonia y armar la pantomima de que Polonia había atacado al Reich. El alto mando alemán, ansioso por probar sus nuevas armas y tácticas de guerra, lanzó su guerra relámpago contra Polonia. En pocas semanas, Varsovia estaba ya bajo el control de Hitler y sus aliados alemanes. En los meses siguientes, varias naciones europeas correrían con la misma suerte:

Dinamarca, Noruega, Francia, Holanda, Bélgica y Checoslovaquia, mientras que gobiernos títeres como el de Hungría o el de Rumanía bailaban al compás de la barbarie. Buena parte del Norte de África fue anexado al vasto territorio conquistado por el poderío bélico alemán. Al otro lado del mundo, el Estado Militar japonés había invadido las Filipinas, Manchuria, Singapur, buena parte de Indochina y tenían la pretensión de eventualmente encontrarse con los nazis.

1941 y 1942 fueron, quizá, los años en los que se definió la guerra: el 7 de diciembre del 41, el Imperio japonés bombardeó la flota atlántica de los Estados Unidos apostada en la isla hawaiana de Pearl Harbor. Esto, naturalmente, llevó a los estadounidenses a entrar a una guerra contra el eje y a desempolvar el músculo industrial que permitió nutrir a las tropas aliadas con material de guerra de última generación. Hitler, además, cometió uno de sus más grandes errores.

Cansados de bombardear cada noche al Reino Unido con la esperanza de que se rindan sin la necesidad de un desembarco anfibio –no contó con la resiliencia británica ni con el valor inspirador de su líder, Winston Churchill–, los nazis decidieron lanzar la operación “Barba Roja”, un movimiento de tropas masivo que movilizaría a más de uno de los ejércitos alemanes en contra de la Unión Soviética. Lo curioso es que la operación iba, militarmente, de manera correcta.

La cuestión está en que el fantasma de Napoleón y su Grand Armée retirándose mutilados y cortados por el clima gélido de la estepa rusa sin comida llevó a Hitler, un cabo sin ninguna formación militar más allá de la que su fantasía le confería, le ordenó al general Guderian no penetrar Moscú con sus divisiones de tanques Panzer, sino abrirse hacia los campos de trigo ucranianos para así asegurar una fuente estable de alimentos para lo que quedase de la campaña.

Ese tiempo militar sacudió al oso soviético que llevó, literalmente, a millones de jóvenes a la frontera. Recién al fin de la guerra se vio con nitidez que esta no había sido solo una guerra entre hombres, sino una contra la humanidad. El Holocausto, Nankjin, la marcha de la muerte… Tanto dolor por tan poco.

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