Desesperación. Vecinos abrieron el pozo de la pileta del parque principal para llenar sus baldes, tinas y ollas. (Fotos: Zonia Custodio)
Desesperación. Vecinos abrieron el pozo de la pileta del parque principal para llenar sus baldes, tinas y ollas. (Fotos: Zonia Custodio)

Por: Fernando Cilloniz

Nuestro país es rico en disponibilidad de agua, pero muchos peruanos no tienen acceso a ella. Entonces, más que un problema de escasez, estamos ante un problema de mala gestión del recurso.

Por otro lado, nuestra naturaleza es excepcional. Tenemos una cordillera colosal que divide a nuestro país en dos grandes vertientes: la vertiente del Atlántico con mucha agua, y la vertiente del Pacífico con poca agua.

Entonces, ¿por qué no compartir las aguas sobrantes del Atlántico con las cuencas áridas del Pacífico? Inclusive, dentro de la misma vertiente del Pacífico, ¿acaso no tenemos ríos que podrían compartir sus aguas sobrantes con los desiertos vecinos? Y más sencillo aún, ¿por qué no construir miles de pequeños y medianos reservorios en la sierra –donde llueve copiosamente– para almacenar las aguas de lluvias y disponer de ellas en los estiajes?La verdad es que sí podemos trasvasar las aguas sobrantes de las cuencas superavitarias hacia las cuencas deficitarias. Y ciertamente, también podemos construir miles de pequeños y medianos reservorios en la sierra.

Ejemplos tenemos de sobra. Las aguas sobrantes del río Huancabamba se trasvasaron para irrigar el desierto de Olmos. Las aguas sobrantes del río Santa se trasvasaron a los desiertos liberteños y así nació Chavimochic. Entre Ica y Huancavelica se construyeron muchos pequeños y medianos reservorios y se plantaron miles de hectáreas de bosques.

Ahora bien, los trasvases –que en el papel resultan obvios y convenientes– en la práctica suelen ser difíciles y conflictivos. Es verdad que detrás de dichos conflictos suele haber agitadores y politiqueros chantajistas.

Pero –valgan verdades– hay algo más que dificulta la “licencia social”. Y ese algo más –en mi opinión– es la falta de una justa compensación en favor de las comunidades andinas. Algo así como “tú no tienes agua; yo te puedo dar mis aguas sobrantes, pero yo soy pobre y tú no; entonces, ¿qué me das a cambio?”.

Es precisamente ese “¿qué me das a cambio de mi agua sobrante?” lo que podría resolver el canon de agua. Que la riqueza generada a partir de las aguas trasvasadas –o afianzadas– sea compartida con las comunidades altoandinas mediante la ejecución de proyectos de siembra y cosecha de agua. Es decir, reservorios, bosques, sistemas de riego, etc.

Hermanar a la costa con la sierra a través del agua. Ese es el objetivo del canon de agua. Un instrumento justo e integrador que haría realidad el anhelo de “agua para todos… todo el año… todos los años”.

TAGS RELACIONADOS