La falta de vacunas y las muertes ocurridas por las protestas por el régimen agrario generan la pregunta de si se debe o no cambiar ministros. Yo creo que no, por razones un poco distintas en ambos casos. En revisión, cambiar ministros ha sido usual y ha servido de poco. El Comercio estimó en junio de 2018 que los ministros duraban 13 meses en promedio en los últimos seis gobiernos. Ese promedio solo puede haber empeorado a la fecha. En la idea de cambiar al ministro hay dos criterios implícitos: el primero, válido, es no afectar al presidente; pero hay también uno más, y es que el aparato estatal funciona bien y lo que ha habido es una mala decisión (de acción u omisión) de la cabeza. El aparato estatal en el Perú funciona pésimo, en parte por miedo acumulado por funcionarios y por la rotación excesiva de cargos: lo dicen exministros y expertos. Hay funcionarios con estabilidad que calientan asientos y ven pasar ministros que dañan la eficacia del Estado todos los días, y frente a eso no hemos hecho nada.
No haber podido comprar vacunas es gravísimo, sin duda. Fernando Vivas ha escrito sobre las trabas y descoordinaciones que demoraron decisiones. Mario Ghibellini ha sido claro en precisar la responsabilidad de Martín Vizcarra en el tema, además de acuñar la frase “feliz covidad”. El gobierno, sin embargo, ha tomado la decisión de mantener a la ministra Mazzetti y delegarle a ella la firma de los contratos. Creo que es lo mejor, porque en una situación de gran demanda de todos los países, frente a los laboratorios, el Perú sí ha sido un cúmulo de inestabilidad con tres presidentes en una semana. Está claro que el expresidente Vizcarra no se puede escudar en ello para no asumir su responsabilidad. Pero, en una negociación compleja, donde peleamos por un recurso escaso y en la que ya hemos dado muestras de ser una parte en la que se puede confiar poco, es mejor que regrese a la mesa de negociaciones alguien ya conocido y que se haga responsable hasta la firma. Se trata de conseguir vacunas, no responsables.
El otro caso es aún más complejo. Que un policía contravenga órdenes y dispare con arma de fuego a civiles, luego del informe sobre excesos policiales en las protestas contra el gobierno de Manuel Merino, huele a rebelión más que a un hecho aislado. Más aún si se agrega la gestión de cinco días de Cluber Aliaga. El ministro Elice ha reconocido la gravedad de lo ocurrido y su responsabilidad política. ¿Qué implicaría en este contexto un cambio?
El gobierno tiene que encontrar urgentemente cómo ser más eficaz en al menos algunos frentes prioritarios. Vacunas y manejo de protestas son clave, pero no los únicos. En el gabinete hay gente de primera, pero necesitan mostrar resultados concretos.