(Renovación Popular)
(Renovación Popular)

Un rasgo inequívoco del autoritarismo es su temor a la libertad de prensa. No hay cosa que les produzca más pavor a los autoritarios que la información verificada y verificable. Porque el autoritarismo, como la corrupción, se basa en la mentira sistemática, en el ocultamiento de las verdades incómodas.

No son de extrañar entonces los ataques que la prensa libre está recibiendo directamente del candidato del partido religioso Renovación Popular y de sus troles en las redes sociales. A diferencia de las falsedades y medias verdades que son fáciles de poner en circulación a partir de una televisora especializada en fake news, las noticias del periodismo serio se basan en el seguimiento de la evidencia. Y como toda información verificada, al igual que la opinión bien argumentada, suele ser contraria a los intereses de quienes han hecho de la mentira y la altisonancia un estilo político, se le intenta acallar, como ya lo intentó el Congreso anterior con la infame Ley Mulder.

Muy oportuno, por ello, el comunicado de la Empresa Editora El Comercio y por el director del mismo diario, Juan Aurelio Arévalo Miró Quesada. Los periodistas de Perú21 suscribimos completamente lo que se expresa en ambos textos.

“De hecho, vuelven a levantar el desgastado argumento de que uno de los accionistas de la empresa en la que tantos periodistas trabajamos, es actualmente objeto de una investigación en el Ministerio Público”, escribió nuestra directora hace unos meses refiriéndose a los ataques de ese sector de la política contra la libertad de prensa. Así, la cantaleta de que José Graña Miró Quesada, encausado por actos de corrupción, influye en la línea de los diarios del grupo es falsa y tendenciosa, pues, como ya se ha explicado, sus acciones en la empresa representan el 2.02% y desde ese exiguo porcentaje mal podría intentar influir en las decisiones editoriales de los diarios del GEC.

En cuanto a lo de “prensa mermelera”, casi ni debería ser tomado en cuenta, pero por respeto a nuestros lectores lo diremos una vez más: la publicidad estatal –origen del término– no representa más del 3.3% –cifras de 2020, ampliamente verificables– de los ingresos totales del GEC.

La salud económica de los diarios de esta casa editorial no depende pues ni de los negocios del señor Graña ni de los anuncios que el Estado contrata, sino, única y exclusivamente, de la preferencia de nuestros lectores.