Calentando motores. (Foto: Rolly Reyna / GEC)
Calentando motores. (Foto: Rolly Reyna / GEC)

La campaña legislativa recién agarrará vuelo pasado el Año Nuevo, cuando no solo seamos los entusiastas de siempre los que estemos enganchados. Sospecho que la atención ciudadana generalizada llegará con el calor de enero, cuando todos comiencen a averiguar qué día son las elecciones, dónde se vota y cómo se marca.

Así que este será un pique electoral, en el que la recordación del logo partidario hará la diferencia, sobre todo porque no habrá candidato presidencial que arrastre. Quienes no tengan una marca popular irán cuesta arriba. Será difícil encontrar tiempo y espacio para posicionar un logo desconocido, lo que hace pensar que no serán más de seis o siete partidos los que logren armar una bancada.

Igual, seis o siete bancadas es mucho. Mejor si son menos. Mejor aún si se quedan fuera los partidos que, sin ningún propósito de enmienda tras empujarnos al abismo, quieren seguir atornillados a las curules.

Para que eso ocurra, dos ideas para los electores. La primera es que tengan claro que, más que individualidades, lo que se necesita es equipos. Este Congreso durará 18 meses, así que no hay tiempo para casi nada. Ningún congresista, por más talentoso o comprometido, podrá por sí solo impulsar cambios legislativos. De nada sirve un iluminado si no es parte de un bloque que apunte al mismo norte. Así que busquen un partido que tenga un equipo que no haya sido armado solo para la foto.

La segunda idea es que un congresista no construye pistas, hospitales o colegios. Tampoco crea trabajo. No es alcalde ni ministro. Tampoco estará cinco años. Por eso importa que el partido en el que postula su candidato tenga una agenda legislativa mínima realizable en poco más de un año. El voto a un candidato es el voto al partido, así que, si no te gusta el partido, mejor cambia de candidato.