Carlos Tapia,Opina.21Fue en 1976, en Cajamarca, donde nacieron las rondas campesinas para enfrentar al abigeato y el castigo (latigazos, obligación de rondar en otros lugares, vergüenza pública, etc.) a quienes no respetaban los acuerdos y la manera de vivir del mundo campesino. Se convirtieron en un muro de contención ante la amenaza terrorista. Su reconocimiento legal no se dejó esperar, aunque trajo malentendidos y discrepancias con la Policía y el Ministerio Público. Pero en algunos casos se desnaturalizó su función, se mercantilizaron y fueron usadas para resolver conflictos entre personas e intereses a favor de algún sector o en contra de otro.
Ya a inicios de este siglo, se consolidan las rondas urbanas ante el crecimiento de la delincuencia y la lenidad de la Policía Nacional, los fiscales y los jueces. En muchos casos actúan con el consentimiento policial y de las municipalidades; pero han traído los métodos utilizados en el campo y, lo más delicado, abusan de su poder al castigar también a quienes consideran arbitrariamente un ejemplo de inmoralidad.
Así, castigan con azotes a los dirigentes de los centros poblados en Bambamarca, por estar de acuerdo en modernizar un mercado con recursos del canon, por ser "dinero manchado de sangre". Encapuchados, sacan a empellones a médicos y enfermeras de una posta, que a las 11 p.m. estaban festejando un cumpleaños en una discoteca, azotándolos y golpeándolos de mala manera y en plena calle. Ingresan prepotentemente y con violencia a un prostíbulo legal, sacando a latigazos a las meretrices y parroquianos, acusándolos de ser "nido de delincuentes", destruyendo muebles y equipos.
Las rondas urbanas actúan en la noche y con el rostro cubierto ¿No debería algún representante de la Policía o de la Municipalidad acompañarlas y responsabilizarse ante la ley?