(GEC)
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¿A qué se dedicaron el Ministerio de Transportes, la ATU, la MML y los municipios distritales durante los cien días en los que muy poca gente transitó por Lima y hubo una oportunidad sin precedentes para pilotear soluciones y alternativas al caótico transporte público? Levantada la cuarentena, todo sigue igual o peor que en la era pre-COVID.

Las imágenes de la gente apiñada, una sobre otra, empujándose al subir a micros y buses para no llegar tarde al trabajo es el anuncio de que cada día estamos más cerca de una nueva cuarentena, que nos hará pasar del huaino al martillo más rápido de lo esperado.

Se prometió un subsidio al transporte público para evitar esas aglomeraciones. El MTC anunció, a mediados de mayo, que estaba evaluando la medida y, a finales de ese mismo mes, afirmó que ya estaba encaminada. Se supone que el subsidio ya se aprobó, pero los días siguen pasando y poco se sabe de su implementación. Mientras tanto, el virus se sigue trasladando de persona en persona en una combi desbordada, evidenciando el enorme abismo que existe entre quienes pueden cuidase a sí mismos y entre quienes no tienen más opción que cruzar los dedos y aguantar la respiración.

Leo a quienes piden compartir ánimo, pero, ¿qué hacemos con la dosis de realismo que la calle enseña en cada esquina? No podemos olvidar que el levantamiento de la cuarentena no significa el fin de la pandemia y que, aunque esta nos afecta a todos, no ataca a todos por igual.

No es necesario ser el Dr. Huerta para saber que el riesgo que estamos corriendo en este momento, sobre todo en Lima, donde no tenemos las mejores condiciones para levantar la cuarentena, es monumental. No será suficiente recomendar que la gente se lave las manos, use mascarilla y mantenga distancia prudencial si el Estado no asegura condiciones mínimas de seguridad para quienes arriesgan más. Hasta que llegue la nueva cuarentena.