César Villanueva presentó su renuncia a la presidencia del Consejo de Ministros. (GEC)
César Villanueva presentó su renuncia a la presidencia del Consejo de Ministros. (GEC)

Ayer se confirmó un rumor que venía, hace algunos días, recorriendo las salas de redacción: venía un cambio importante en la estructura del Consejo de Ministros. Varios sondeos confirman que la primavera que venía viviendo el presidente Vizcarra con la ciudadanía podría estar empezando a terminar y no son pocos los analistas que encuentran una correlación entre el deterioro en la percepción del presidente y la ausencia de otras figuras en el Ejecutivo que lo acompañen en su rol. Y a eso hay que sumarle el quiebre completo que Vizcarra ha sufrido con su representación parlamentaria. Villanueva renunció y, poco después, supimos que Vizcarra aceptó la renuncia.

Inmediatamente después de conocerse la salida de Villanueva de la Presidencia del Consejo de Ministros, el nombre del embajador Allan Wagner empezó a repetirse como su posible reemplazo; sin embargo, el propio Wagner se encargó de terminar con ese rumor desde su cuenta en Twitter, desde la que explicó que hoy su rol es otro. Si bien mientras escribo estas líneas, que espero lean ustedes mañana, un buen ramillete de nombres sigue señalándose como posible reemplazo para Villanueva, quizás más importante que dar con la persona sea determinar las características que esta debería tener para poder cumplir con el rol que un tiempo difícil como el que se vive pide.

El presidente Vizcarra ha construido su popularidad enarbolando la lucha en contra de la corrupción como su gran bandera. Si es que esta lucha ha pasado más por lo semántico que por lo concreto, es otra discusión. Pero lo que queda claro es que no es posible tener como motor de la popularidad la dialéctica, como hasta hoy ha sido, cuando ya no hay enemigos contra los cuales pelear: el Congreso está quebrado –así como su principal bancada–, y quienes el presidente nombró como enemigos han quedado desterrados del Ministerio Público y del Poder Judicial: la cancha está relativamente limpia como para que el presidente pueda gobernar.

He allí el problema: la popularidad del presidente jamás ha tenido estribo en sus hechos, sino en la distancia que ha tomado de hechos llevados a cabo por terceros. Ahora, en cambio, Vizcarra debe tomar las riendas del país y enfrentar en lo que queda del quinquenio los problemas que agobian a los peruanos. Y vaya que es una lista larga y compleja. Entendiendo eso, quizás lo más importante que deberá comprender el presidente es que no puede ser un Quijote luchando solo contra enemigos derrotados: el nuevo premier deberá poder ser una bisagra entre el premier, la gente y los demás poderes. Y este nuevo premier deberá armar un equipo con eso en mente.

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