“Probablemente ya algunos de ustedes hayan identificado a algún personaje que calza en esta descripción; como, por ejemplo, un congresista con inmunidad, empoderado para utilizar lenguaje despectivo”.
“Probablemente ya algunos de ustedes hayan identificado a algún personaje que calza en esta descripción; como, por ejemplo, un congresista con inmunidad, empoderado para utilizar lenguaje despectivo”.

Casi todos conocemos al “matón del barrio”, ese personaje abusivo, insultante, especialmente con quienes no pueden defenderse. Hoy, en el colegio derivaríamos del término en inglés, el de “bulero”, alguien que usualmente viene de un ambiente en el que se siente despreciado (maltratado por sus padres, hermanos mayores) y se desquita con terceros, sumando la burla al abuso, pero siempre cuidando no enfrentarse con quien lo supere. En otras palabras, abusivo, pero cobarde.

A estas alturas, probablemente ya algunos de ustedes hayan identificado a algún personaje que calza en esta descripción; como, por ejemplo, un congresista con inmunidad, empoderado para utilizar lenguaje despectivo, insultando a quienes se oponen a leyes que perjudicarán el futuro de millones de peruanos. Utilizan su tono burlón para desestimar los argumentos serios que esgrimen los expertos y los que se preocupan por el bienestar futuro.

Estos personajes suelen rotar por cargos públicos desde los que se esmeran por mostrarse como grande justicieros (desde operativos policiales, acusaciones sin sustento, hasta reparto de dinero ajeno), en escenarios especialmente montados y apoyados por camarógrafos o reporteros que les crean imagen de super héroes en espacios en los que, claramente, no les corresponde estar a ellos sino a otra autoridad a la que necesitan opacar para resaltar su imagen.

Hoy, con el mismo estilo de hace ¿dos, cuatro, seis congresos?, desprecian la institucionalidad. Con tal de ganar popularidad no les importa dañar la economía del país, distraer con bravuconadas y provocar la risa de quienes, en un futuro no tan lejano, lamentarán haber sucumbido a sus bromas de mal gusto y peores consecuencias.

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