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Redacción PERÚ21

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Sandro Venturo Schultz,Sumas y restasSociólogo y comunicador

Una buena gestión municipal debía responder a las urgentes demandas de los limeños. Por un lado, debía avanzar de forma significativa en aquello que las gestiones previas no habían asumido: resolver el caos del transporte público y reducir la delincuencia. Por otro lado, debía llevar a un nivel superior eso que los alcaldes anteriores ya habían convertido en una popular costumbre, las grandes obras.

Ante estos pendientes, la nueva alcaldía ofreció realizar un gobierno honesto que pueda transformar positivamente la vida de la gente. Una gestión integral y humana para una urbe con un inmenso déficit de infraestructura. Esto es, ofreció recuperar la fe en la política pública.

Lamentablemente, la actual gestión no pudo enfrentar de forma satisfactoria ninguno de sus retos. En la suma final de importantes avances, proyectos dispersos y sonadas negligencias, el saldo es negativo. La ciudadanía lo tiene bien claro, todos los estudios así lo indican, y no parece que proyectos claves como el inicio de la reforma del transporte, la Costa Verde y Vía Parque Rímac lo vayan a revertir. A esta altura, ya no es la popularidad de la alcaldesa lo que está en juego, sino el aplazamiento de las grandes soluciones para una metrópoli que nos hace la vida infeliz. La ciudad ha perdido carísimo tiempo.

Pero lo más grave para la democracia peruana es que se ha deteriorado todavía más nuestra pragmática cultura política, reforzándose la perversa idea de que es mejor "corrupto que hace obras". La alta gestión transparente, algo tan natural para los vecinos de Medellín y Santiago, no dejarán de ser utópicas para los habitantes de nuestra gran comunidad.

El desacierto de esta gestión, sumado a la irresponsabilidad de los revocadores, ha debilitado a una institución que venía consolidándose en las últimas dos décadas. Perdió la ciudad y también, qué duda cabe, sus políticos locales. El domingo 24 el desánimo de los electores y los candidatos dio cuenta de una apatía que el próximo alcalde deberá enfrentar con redoblada voluntad.

La gestión municipal no estuvo a la altura de las circunstancias ni de las inmensas inercias que debía enfrentar. Una lástima. Los que votamos con ilusión hace tres años tenemos que trabajar duro para revertir estas pérdidas y lograr que Lima esté por fin a la altura de las otras grandes capitales de la región.