Para disminuir al adversario, un sector de la política y la media, sostiene que existe una derecha bruta y achorada que estaría pegada al conservadurismo y el fanatismo religioso como en el medioevo (a pesar de que el medioevo produjo a San Agustín y Santo Tomás). Este simplismo, no obstante de sus diferencias, suele repetirse también en otros lugares de la geografía política. Por ejemplo, en la propia izquierda —sobre todo en la década de los 80 del siglo pasado— existía un desprecio hacia partidos como Patria Roja, al que le llamaban “perros” por sus siglas y al cual cierta “vanguardia” zurda miraba con no poco desdén y recelo. En todo caso, allí están los varios choques entre ‘Frejolito’ Barrantes y los “intelectuales” y académicos zurdos en lo que fue la Izquierda Unida.
Asimismo, a los apristas se les impuso el bendito mote de ‘búfalos’ (por su “brutalidad”), y a los fujimoristas se les dice todavía que solo están para recibir ‘táperes’. ¿Qué hay en común en todo lo anterior? Estimado lector, de acuerdo al suscrito, lo que existe es cierto tufo clasista a los sectores populares y emergentes que se organizan para hacer política.
Ahora bien, antes de continuar vale subrayar lo siguiente. Por ejemplo, adjetivar a un sector de la política como “derecha bruta y achorada”, si bien puede sonar lícito como propaganda política, es absolutamente antipolítico no solo porque reduce al adversario, sino porque además la política (y lo político) no se construye desde estas posiciones. Así, se puede ser “bruto y achorado”, pero un buen gestor o en suma un buen político. Maquiavelo nunca indica que un buen príncipe debe ser todo lo culto e informado sino más temido que amado.
A lo anterior valdría añadir que desde 1789, cuando en rigor aparecen la izquierda y la derecha, estas se definen con relación al Estado y al antiguo régimen (el trono y al altar). No se define si es que en la derecha son más cultos o si en la izquierda son más inteligentes. De allí, entonces, definir a un sector de la política como derecha “bruta y achorada” no es más que una aberración que algunos han tomado como regla para liquidar al contrincante en la política de hoy.
El detalle, además, es que nadie asegura que los “cultos e informados” voten bien o mejor. Hasta ahora algunos se sorprenden, por ejemplo, cómo es que en Surco o en La Molina (barrios supuestamente con gente mejor preparada, informada y culta) votaron a favor de Pedro Castillo a pesar de sus relaciones sabidas con el maoísmo extremo y sus enormes limitaciones. Allí, el “antifujimorismo” irracional y antipolítico fue la verdadera razón.
Vale decir también que las élites de izquierda y derecha, progresistas y liberales, son las que mayor inclinación tendrían a descalificar al adversario. En todo caso el clasismo funciona a todo trapo. Dejo abierto el debate.