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Redacción PERÚ21

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Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantesMe gustaba más Carlos Bruce antes de la "confesión" que luego de la confusión. Digo confusión porque el congresista que fue siempre celoso de su intimidad –no declaro sobre mi vida privada, decía cada vez que le preguntaban sobre el tema—ha empezado a hacerla pública, al confundir, precisamente, espacios que solo se manejan así en el grotesco mundo de la farándula.

No me refiero, por supuesto, aquí a la revelación de su homosexualidad hecha en una seria entrevista para Mariela Balbi, en El Comercio. Es obvio que lo dicho por Bruce ahí tenía los fines propios de una entrevista política. En ese sentido, debe entenderse cualquier revelación que atañe a su vida íntima y, por eso, la relevancia histórica del hecho: es el primer político de envergadura, congresista y exministro en declarar que su orientación sexual no corresponde con la de la mayoría.

Esto en el contexto de un encarnizado debate social sobre derechos civiles para la comunidad homosexual, del que el proyecto de unión civil, presentado por Bruce, es el centro. Así, tal como lo entiendo, la revelación del congresista tenía una clara lógica política: ponerse como ejemplo vivo de que un homosexual no representa el estereotipo popular del estridente disforzado con plumas y lentejuelas.

Digamos que en la mente del populacho, es decir, por lo general, de la mayoría, son estos 'plumíferos' los que se van a 'casar' y, peor aún, 'criar' 'hijos'. Aunque es estúpido, porque son precisamente estos los que nunca se van a 'casar' con nadie, no resulta difícil de entender entonces que esta imagen sórdida sea la principal causa de rechazo al proyecto de unión civil. Lo cierto es que el poder de esa parodia vale más que los rayos y centellas de la Biblia, o que las maromas 'intelectuales' y 'jurídicas' de quienes se oponen.

De ahí la importancia de la revelación de Bruce. De ahí también la reacción furibunda de quienes, de inmediato, racional o instintivamente, ven el peligro que significa que alguien 'normal', es decir, sin las afectaciones y melindres propios de los estereotipos difundidos del homosexual, haga pública una imagen distinta, cálida y familiar de la homosexualidad. Bruce sacó así el tema de la marginalidad de la farándula, donde siempre había estado, para enfilarlo en la oportunidad de la política, donde se encuentra hoy.

Por eso no se entiende que, luego de su revelación, Bruce haya comenzado a desandar el camino de lo político para volver a poner la homosexualidad en el de la farándula, sirviendo como insumo del cotilleo a su propia intimidad. Relevar a Florcita, Néstor y Susy Díaz de las portadas de los pasquines, por propia voluntad, es hacerle un flaco favor a la agenda gay. ¿A quién le puede interesar que "empresario le haya robado el corazón a Techito", por ejemplo? Bueno, a los mismos que les interesa que Andy V se lo haya robado a Lourdes Sacín. O que "el chamaco" a Lucía de la Cruz. O que Carmona a Tula y así. ¿Y con Gisela qué tiene que hablar Carlos Bruce, de cómo le ha tomado la posta a Viviana Rivasplata? Y mañana, finalmente, ¿en qué se diferenciará el uno de los otros?

El asunto es que la farándula vive de exponer "monstruos". Ese es su negocio. Terminar convertido en uno es matar la unión civil. Esperpéntico sería que el padre asesine a la niña de sus ojos. ¿Es ese el titular que quiere Carlos Bruce?