Theresa May visitó Bruselas para encontrarse con el presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker. (Foto: EFE)
Theresa May visitó Bruselas para encontrarse con el presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker. (Foto: EFE)

Cuando en 2016 ganó el sí al Brexit en el referéndum, concluí mi columna –qué titulé ‘Un Brexit de nunca acabar’ (https://peru21.pe/opinion/ricardo-lago-brexit-acabar-222330)– con la frase “no se extrañen si el Reino Unido (RU) demora su salida de la Unión Europea (UE) varios años o si, después de todo, nunca acaban de irse”.

Al escribirla, me vino a la mente aquel corrido de José Alfredo Jiménez que dice “cuando estés decidida a buscar otra vida, pues agarra tu rumbo y vete”, pero sigue con un “porque estás que te vas y te vas y no te has ido”. Y efectivamente así es dos años y medio después.

Un país puede decidir no ingresar en un área geoeconómica sin mayor problema, pero salirse después de casi medio siglo de inmersión es harina de otro costal: tiene un altísimo costo económico porque casi toda la actividad económica está orientada e integrada al mercado común.

Lo del Brexit adolece de tres grandes contradicciones, a causa de las cuales estoy convencido de que, finalmente, el Reino Unido optará por quedarse en la UE.

Primero, los “brexiteros” quieren mantener el libre comercio y flujo de capitales con la UE pero no quieren estar sujetos a la libre movilidad de mano de obra de otros países de la UE. Pude constatar –poniendo la oreja a conversaciones populares de pub en Londres días antes del referéndum– que la variable decisoria fue la asociación en la mente de muchos votantes entre la pertenencia a la UE y la inmigración.

Islandia, Noruega y Suiza no son miembros de la UE, pero tienen libre flujo de comercio y capitales con la UE; pero al precio de aceptar la libre movilidad de mano de obra con los países de UE. Además de cumplir con buena parte de la legislación de la UE e incluso contribuir a su presupuesto. Eso sí, al no ser miembros de la UE, no participan ni en los órganos de gobierno, ni en la toma de decisiones; siendo por lo tanto auténticos “convidados de piedra”.

La segunda contradicción tiene que ver con la misma esencia del Reino Unido. El país actual proviene de la fusión de Inglaterra y Escocia, en 1707, en un mismo reino. Pero los escoceses, mayoritariamente, quieren seguir perteneciendo a la UE (68-32), por lo que si el Reino Unido abandonara la UE, lo más probable es que Escocia también hiciera lo propio para quedarse en la UE.

La tercera es el problema de Irlanda del Norte. Uno de los puntos claves del tratado de pacificación del Viernes Santo fue la eliminación de hecho de la frontera entre Ulster y Eire, algo que tendría que cambiar si el RU abandonara la UE. Los norirlandeses católicos no lo aceptarían.

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